Por supuesto que toda enfermedad social o institucional impuesta lleva a que el ser se pierda en una enorme cantidad de falsos conceptos, falsas expectativas, falsas representaciones de todo tipo de los elementos existenciales con los que convive.

El sistema impone mecanismos espúreos y antinaturales, y el sujeto individual los sigue como patrón de conducta. El sistema impone procedimientos abortivos y restrictivos de las libertades e independencias individuales y sociales -muchos de estos encubiertos y ocultos- y el ciudadano los sigue como patrón natural de conducta. El sistema impone sus límites y establece «los caminos únicos» sobre los que el «contribuyente» debe transitar so pena de castigo, reclusión o excomunión perpetua y el hombre y la mujer libres de trabajo y estudio, agachan la cabeza y responden a este tipo de órdenes sociales o institucionales.

Y lo que fue una conducta natural de verdad, ingenuidad y pureza -con la que nace cada ser vivo sobre la faz de esta tierra- para vivir con estos principios una existencia genuina dentro de un orden natural ya establecido, nuestra «cultura» -desculturizada de todo valor genuino al punto de parecernos extraordinario e «ideal» decir la verdad, ser ingenuo o actuar con pureza de corazón, de pensamiento o de acción- transforma toda actitud y conducta humanas en una imposición de doble sentidos, absolutamente extemporánea al momento de la necesidad y totalmente mentirosa y engañosa para el semejante que la interpreta en exactos e iguales términos.

La transformación cultural mundial que debemos producir desde nuestro pueblo y desde nuestra Nación es de tal magnitud y profundidad que va a destrozar y diluir patrones de conductas históricamente enrraizados desde hace cientos de años, por no decir miles de años, de convivencia universal.

De aquí que el proceso de cambio que establecí desde 1x1 es un proceso socio-institucional, ya que el cambio de actitudes y conductas del individuo y de la sociedad, sin un cambio de instituciones que vayan en el mismo sentido no produciría efectos positivos ni cambio alguno. Por otro lado, cambiar la forma de la institución sin producir un cambio de valores y de principios en la acción social e individual del ser humano tampoco produciría efectos positivos. Todo sería una «cosmética» social o institucional, política o económica que con la primera lavada o lluvia se extinguiría.

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