Todas estas enfermedades producen lo que llamo un angostamiento de objetivos existenciales. Ya nadie piensa en «valores de vida» con tener un mango en el bolsillo alcanza.

Ya nadie piensa que una relación de pareja, de familia, entre amigos puede proyectarse a mediano o largo plazo con «intenciones comunes entre todos» todo se reduce a «sobrevivir y aguantarnos» hasta que dure o se quiebre la relación. Y así los ejemplos son de todo tipo: los maestros buscan los 47 pesos mensuales que les «deberían dar» y al diablo con la ética de la enseñanza. Los jubilados «invierten» -aunque mejor dicho es «gastan»- los últimos años de su vida para que les «den» -los mismos sujetos que se la robaron- una jubilación digna, y la lista sigue hasta el infinito.

Los objetivos «angostados» y la incapacidad de no poder ampliarlos por propios medios, ni aún por la acción de una sociedad o de un grupo social inmediato que «está en la misma» hace que uno «ciego» toque la pata del elefante y diga «es un árbol», o le toque la cola y diga «es una víbora», y así la vida de infinidad de connacionales transcurre en la falsedad de interpretar el universo de las cosas y de la propia existencia «adivinando» en cada situación nacional a la que nos obligan a «caer» exactamente Lo Que No Es.

Debemos individual y socialmente ABRIR los horizontes de comprensión de absolutamente todas las cosas. Los de los objetivos personales, la forma de ver a nuestras familias, la de hablar con nuestros vecinos, la de interactuar con nuestros maestros y estudiantes. Los argentinos debemos romper en cada situación de vida con el angostamiento al que hemos sido encorsetados.

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