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36 - LA INDOLENCIA

Nos sigue enseñando el diccionario:

f. Calidad de indolente

Indolente: adj. 1. Que no se conmueve.

2. Flojo

3. Que no duele.

Se puede escribir mucho más pero creo que alcanza para definir a los sujetos que viven del sistema público y que explotan a través de él y en beneficio propio el esfuerzo y las vidas del Pueblo Argentino Todo.

Dentro del término "indolencia social" incluyo a todo lo que hace que el EFEPE sea como es ante el público todo; sus conductas, sus actitudes, sus sentimientos, sus tiempos de dejarse llevar por la dinámica de atención "generalizada y despersona-lizada", sus manejos de relación en la línea de trabajo, etc. Estos y mil temas más hacen a lo que sintetizo como La Subcultura del Funcionario Público. Espero que el tema de esta "subcultura" se plantee en la sociedad y que haya muchos que lo comiencen a analizar a desmembrar desde todas las áreas del pensamiento.

Este "tema" es el resultado, la síntesis, de todo un proceso histórico nacional, es la consecuencia "necesaria" de los manejos ideológicos, de los manejos políticos, de los manejos económico-financieros, de los manejos mediáticos y de todo lo que conlleva la maquinaria de lo macro institucional y que moldea a "piacere" la vida de cada ciudadano y en consecuencia la proyección futura de toda la sociedad: hacia su realización efectiva, o hacia el vacío absoluto, negro y profundo, incuestionablemente la situación actual; situación que nos responsabiliza como ciudadanos a producir los correctores del caso desde todas las áreas de actividad y desde todas las líneas del pensamiento y de las ciencias sociales que tenemos a mano.

La falta de dolor por el sentir ajeno, por la aflicción ajena es una constante en la relación que el soberano argentino tiene con el funcionario público en general. En todas las áreas, en todas las oficinas públicas el soberano vive lo mismo.

Existe ese "dejo" de que "yo efepe soy imprescindible ante su necesidad", ese "dejo" de "espere a que lo atienda", esa "sensación" de que "el contribuyente debe comprender su propia situación de imbecilidad y estupidez por estar del otro lado del mostrador"... y "que espere"... y "que haga la cola"... y mil otras situaciones sufrientes más.

Mucho más con "el mingo" y con el "los voy a hacer mierda" que sistematizaron el sistema de recaudación, fría, calculadora e impersonalizadamente -como siempre lo hace el funcionario público- para "reventar a los chicos" con un inflexible "o paga o va en cana" y a favor de los "grandes", aunque su discurso nos haya dicho lo contrario.

Este "nuevo" mecanismo público en donde "supuestamente no se escapa nadie", se estuvieron y están escapando todos. Financieramente por supuesto.

Pero no es lo financiero lo que nos incumbe, sino la representación administrativo pública de una sección muy importante de la relación ciudadano-efepe la que nos ocupa, y fue este "mecanismo de recaudación" y la forma en que se pensó, se implementó y "se murió" solo y abandonado, lo que interesa.

El ciudadano, de arriba o de abajo, sea rico o pobre y cualquier otra calificación o clasificación que se le quiera dar, generó sus propios mecanismos de desobediencia civil y de desobediencia cultural, como hemos comentado, desde hace muchísimas décadas. A una decisión y acción del EFEPE una re-acción automática, más poderosa y en sentido inverso del soberano. ¿ Por qué ? Muy simple, porque el soberano sabe y está en todos lados de la función pública, y siendo el soberano el que "sabe realmente hacer", el que "sabe realmente decidir" y el que "sabe realmente hacia dónde quiere ir en el mediano y largo plazo" -salvo las actuales distorsiones generadas de deambular sin saber hacia dónde, efectos de lo que llamamos "existencia provisional" impuesta sobre toda la ciudadanía por el poder público- las decisiones y políticas públicas si son tendenciadas hacia objetivos espúreos y no genuinos de "bienestar social" se pierden en los vericuetos de las contra-acciones públicas, las reacciones sociales.

La sociedad sabe concretamente que las políticas públicas de recaudación fiscal son para seguir manteniendo en funciones a la "delincuencia institucional" y así el 50 el 60 el 70 por ciento, por lo menos, de los ciudadanos No Pagan. Saben que los presupuestos nacionales, provinciales y municipales, salvo rarísimas excepciones -realmente raras- van a pagar "simplemente los sueldos de aquellos que mal administran los sistemas públicos", y entonces, ya cansados, empobrecidos y vacíos de voluntad, de dinero y de esperanzas: no pagan.

Saben que si pagan, lo que pagan se va y nunca jamás vuelve. Se va al exterior, se va hacia las arcas financieras de entidades que para dar un crédito exigen hipotecas de propiedades productivas, de campos generosos, etc. y se va -lo pagado- para nunca más volver. Y fundamentalmente el soberano sabe que "ni siquiera" la actitud del EFEPE es de agradecimiento y reconocimiento de lo que el contribuyente paga y espera que el efepe bien cuide, no, la actitud que asume el dirigente y administrador público es arrogante, prepotente y malintencionada, es desprejuiciada y "lejana" al sentir del que paga, mejor dicho del que "está obligado a pagar compulsiva y coercitivamente".

Naciendo en esta actitud del EFEPE, conociendo hacia dónde se manejan los fondos públicos y comprendiendo el soberano perfectamente bien qué y cómo se maneja la relación en todas las áreas de su relación con la función pública, éste reacciona en contra.

Así, mientras la norma jurídico legal crea las inmunidades del caso, mientras "el bien saber" del EFEPE comprende que es impune ante cualquier tipo de delito que cometa, el cierre del círculo de una madeja compleja, pero fácil, de devanar se produce por la falta de confianza y "conocimiento perfecto" por parte del soberano de las decisiones y de las acciones del EFEPE para así, reaccionar en contra y neutralizar su efecto social, económico y general.

Uno más otro más otro efectos van alejando al ciudadano en función pública de los sentimientos y de los sufrimientos que el ciudadano común, aquél que día a día se esfuerza por superarse y ser mejor, aquél que todos los días le aporta parte de lo que gana para que así 3.000.000 de sus conciudadanos en función pública puedan seguir manteniéndose y vivir, aquél que en definitiva es el leit motiv de la existencia de la Función Pública, es ése el dolor que el EFEPE no siente, mucho menos le interesa. Es un tema para explayarse in extenso, pero lo concreto, lo real es que el dirigente público no siente el dolor, mejor dicho, ni se imagina ni se quiere imaginar, como para crear los correctivos del caso, el dolor y el sufrimiento del soberano argentino. Si lo hiciera, tan solo en una pequeña medida, ya sus decisiones públicas serían diamentralmente opuestas a lo que desde hace décadas vivimos: una insensatez total de las decisiones públicas en relación al valor, al principio y a la necesidad humana toda.

Es nuestra responsabilidad cívica y cultural producir los correctivos necesarios para terminar definitivamente con esta liviandad de la responsabilidad del efepe administrando la cosa pública, la cosa nuestra.

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