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CORRUPCION Y MALTRATO PUBLICOCOLORBAR.GIF (4491 bytes)COLORBAR.GIF (4491 bytes)

Independencia

Es la expansión del ser humano hasta el límite que le impone otro ser humano, una cosa, un sistema y/o una idea.

Así el ciudadano es el que, en principio, arma y establece sus propios límites y parámetros para la relación con otros y con el aparato público también.

En la determinación de sus propias políticas, en el accionar de su empresa, por ejemplo, y de todos sus empleados, en cómo personalmente resuelve sus conflictos y cómo se maneja cuando surgen conflictos en sus grupos de trabajo o sociales, el ciudadano tiene y mantiene el poder de su libertad y de su independencia naturales. Al mantener el poder de decisión y así determinar el rumbo de sus relaciones, la ingerencia de "estructuras externas" a las de su propio dominio son casi nulas.

El Poder de la Decisión es del ciudadano y este poder depende de qué tan valiente o tímido sea el ciudadano en sus propias determinaciones, es decir cuál es el nivel de miedo o de falta de él, para que el ciudadano se considere que decide y actúa con máxima o con restringida Libertad.

Y el Poder de la Decisión también incluye qué tan "atado" o "desatado" esté el ciudadano en su relación con otros semejantes, con las cosas, con los sistemas en los que interviene o con ideas y pensamientos preestablecidos y que considera que debe cumplir y que son "un límite" a su expansión personal y/o social.

Es así como el Poder de la Decisión de una persona comprendiendo Libertades e Independencias personales y sociales lo van a condicionar más o menos a ser absorbido por "el sistema de Corrupción Pública".

Otro punto que hay que tener muy en cuenta es que todo ciudadano tiene muy pocas oportunidades de "fijar su posición respecto a la Corrupción", o está de este lado o está de aquél.

El sistema de soborno, de chantaje, de extorsión del aparato público, en especial sobre "negocios y vidas de ciudadanos ya constituidos", es decir que tienen estructuras visibles que son de fácil identificación, como la familia, las cuentas de banco, las industrias, una relación social fuerte y definida, etc., es decir que generan en el ciudadano un "compromiso valorativo" en sus decisiones por los fuertes "nexos que tiene con el sistema", son elementos que prima facie considera todo corrupto o corruptor.

Pero el "hábito" hace al monje y la diferencia está en la costumbre y actitud que asume un ciudadano cuando cede o enfrenta la extorsión en la ruta de un policía pidiéndole una "contribución" o cuando un inspector de la DGI entra a "revisar" con mayor insistencia y por mayor tiempo al normal los libros de su empresa.

En estas conductas "anti-corrupción" el ciudadano no tiene mediasaguas, o se mantiene seco o se moja.

Hay que recordar, como expliqué en Mecánica de un Poder Corrompido y en Uno de Millones, de esta misma Serie Púrpura, que el funcionario público corrupto maneja elementos y conceptos de comunicación social muy sutiles, que interpreta perfectamente bien "la comunicación no verbal", dentro de ésta todo lo que hace a silencios, gestos, etc. ya que no solo tiene un contacto cotidiano con un universo de miles de personas que son "extorsionables", sino que tiene una instrucción desde "adentro" y desde "arriba" de la propia institución que lo va "moldeando" para hacer lo que se hace. Y, como voy a explicar más adelante, el funcionario público puede personalmente sentirse y estar adentro del sistema de corrupción de la institución a la que pertenece o puede está fuera, pero indefectiblemente siempre, por acción u omisión, es responsable de la corrupción que tiene la institución pública en contra del ciudadano argentino.

Por el mismo lado se da que todo ciudadano está en total y absoluta desventaja cuando de confrontarse con el funcionario público se trata, ya que es tan profunda y cotidiana la "connivencia" entre las distintas áreas y reparticiones públicas y tan fuerte y consistente el "contubernio" entre sus miembros que se hace casi imposible poder conllevarlos si el ciudadano no tiene muy bien establecidas sus propias conductas y sus propios objetivos respeto a la relación que debe tener con la función pública.

Debemos recordar que existen dos posiciones en donde la extorsión es fuerte:

1- cuando los valores y principios morales y éticos del ciudadano no son lo suficientemente fuertes y consistentes y así son penetrables por la insinuación "sutil" del delincuente público.

2- cuando esos mismos valores y principios son tan fuertes que por su rigidez pueden ser "quebrados" y así penetrados por el corrupto o por el corruptor.

Un ejemplo de ésto es por un lado el juez que "por querer pertenecer al club de los jueces "hace lo que el resto", cobra una sentencia por aquí y otra por allí, o un juez, por el otro lado, que es total y absolutamente inflexible en sus condiciones y "jamás le dá cabida al error", a la "dispersión" ni a la "negociación" de las relaciones que maneja; esta rigidez, cuando se produce tan solo un pequeño "desliz", muy probablemente por error u omisión, genera en el juez una "culpa" y una "responsabilidad" tan conflictiva con el "error" que lo hace pasible de una enorme presión psicológica cuando es recordado y extorsionado en tan solo "ese elemento" por cualquier par corrupto o corruptor.

La primera situación es la de todos los días, la segunda, es no frecuente, pero es la que llevó a que los mejores jueces y profesionales del derecho "dejaran el poder judicial", cansados y hastiados del manejo extorsivo y corrupto que pares suyos producían a diario, por insinuación o directamente confrontados.

Así la defensa que el ciudadano puede y debe hacer es manejar el marco de sus propias decisiones cuando del "conflicto" y de la resolución del mismo se trata.

Cuando un buen abogado le recomienda a su cliente la trillada pero "muy acertada" frase de: mejor un mal arreglo que un buen juicio, este consejo, con el actual sistema de Corrupción Judicial, No Tiene Desperdicio. Y lo que el abogado le está diciendo al cliente es: que mantenga todo el universo de decisiones en su poder, que busque la forma de solucionar el conflicto con sus propios elementos, porque si "deja las decisiones de la resolución" en manos del "sistema judicial", lo normal es que el sistema mismo se lo coma, literalmente.

Por eso cuando el ciudadano determina sus políticas debe siempre establecer los límites de hasta dónde va a absorber el conflicto que va a tener con las personas con las que está en relación: ejemplo, clientes, empleados, empleador, cheques, sindicatos, etc.

También debe determinar hasta dónde y cómo va a accionar en los casos particulares potenciales de conflicto, es decir, que si tiene una cuenta incobrable, cuál va a ser el procedimiento que va a utilizar para cobrarla. Establecer los montos mínimos y máximos de "riesgo" en la relación y fijar las políticas de acción es de fundamental importancia para estar "en control del conflicto".

Probablemente la mente del lector esté siendo arrastrada a un problema de pesos más o menos, pero el conflicto más profundo que tiene el ciudadano y por el cual es "mucho más extorsionable" y sensible no es por los pesos, sino por las relaciones personales conflictivas que el sistema judicial irremediablemente lleva a cobrarse en "pesos", pero explotando el "barullo" de los sentimientos del o de los ciudadanos. Así existen en este orden, en los asuntos de familia, por ejemplo divorcios, tenencias, sucesiones, etc. enormes transferencias y "confiscaciones" legalizadas de bienes patrimoniales de una y de otra parte que pasan a ser patrimonio de los miembros del Mercado del Conflicto, que, para cuando las partes se dieron cuenta, ya es demasiado tarde para reaccionar, mucho menos para recuperar algo.

Y el tercer punto, el de resolver conflictos de áreas, es importante que el ciudadano sepa "encasillar" y "delimitar" el conflicto que surge, para que no se expanda e infecte otras áreas, lo que llevaría a multiplicar el problema y a perder contacto con las variables que, de estar el conflicto dentro de un conflicto que surge, para que no se expanda e infecte otras áreas, lo que llevaría a multiplicar el problema y a perder contacto con las variables que, de estar el conflicto dentro de un compartimiento estanco, podría ser de más fácil manejo y resolución. Así, si surge un conflicto con un empleador, el empleado debe comprender que es un problema entre el empleador y él o ella y tratar de resolverlo en ese nivel. Abrir el "abanico" del conflicto a áreas como otras instituciones, otras personas (que no están relacionadas directamente con los elementos del conflicto) es dispersar y perder control sobre la resolución del mismo.

Pongamos un ejemplo. Un problema de sueldo el empleado debe buscar el apoyo en sus compañeros de trabajo para resolverlo, ya que todos son parte de una misma relación empleado-empleador y entre ellos existe un "nexo muy fuerte, de mismas y similares características y de mismas necesidades y condiciones", es decir que es un "problema común" fuera de otro tipo de intereses creados que puedan ser manipuleados, y por ende corrompidos, cuando se requiere la resolución del conflicto. Incorporar, por ejemplo, al problema de sueldos, a un sindicato, comenzaría a distorsionar el control sobre los puntos fuertes de decisiones que tiene el empleado, ya que el sindicato es "subordinado" en grado a estructuras jurídicas de mayor nivel y el manejo de "la relación potencial corrompible" es un hecho que no sucedería en una relación directa empleado-empleador.

El factor política y el factor subordinación jurídica (una persona jurídica debajo de una persona jurídica de grado superior) complican y enturbian las decisiones para resolver el conflicto y potencian las posibilidades del sistema de "comerse" o manejar para su propio beneficio a las partes en conflicto.

No hace falta poner más ejemplos porque el país está plagado de ejemplos de "traiciones" a ciudadanos en todas sus formas. Sindicalistas que traicionan a sus afiliados, asociaciones y federaciones profesionales que traicionan a sus propios pares, entidades sociales de todo tipo que cuando algunos de sus miembros se hacen con el "poder político de la institución" se transforman en "mafias", etc. son pequeñas muestras de la metástasis de la subcultura del funcionario público que los ciudadanos comunes fuimos mamando y asumiendo como válidas y aceptables en nuestras relaciones sociales de todo tipo.

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