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LINEAMIENTOS DE UNA PROPUESTA DE CAMBIOS

El cambio se tiene que producir de manera gradual, paulatina. El objeto del cambio es el Sistema Institucional Argentino, Incluidos en él el Sistema Administrativo Nacional, Provinciales y Municipales, incluidos dentro de éstos a la función pública (como ente abstracto) y al Funcionario Público (como ente concreto).
De esta manera, atacando a Un Sistema, (que es una abstracción, un convencionalismo, una forma aceptada y asumida por la sociedad) tenemos todos, repito, todos los argentinos un enemigo en común a que combatir, y no más culpas ni atropellos entre nosotros mismos.
El sistema institucional argentino nació corrupto y nació por imitación de otros modelos institucionales. Estos otros modelos, al igual que el argentino, están cargados y sobrecargados de normas, reglas y leyes de lo que se debe hacer, de lo que no se debe hacer y de cómo y cuándo se debe hacer. Estamos fosilizados por la norma, estamos todos momificados por el andamiaje jurídico-legal, que dice o desdice, sanciona o premia pura y exclusivamente de acuerdo a la habilidad y viveza, y fundamentalmente manipulación entre bambalinas, de los representantes y actuantes dentro del sistema de la norma. Hay por ésto una transferencia de en dónde se asienta LA VERDAD, en la norma, y por ende de quién tiene LA VERDAD, la norma, y como ésta (por su complejidad) debe ser interpretada y aplicada por entendidos en la materia, La Verdad queda encerrada y jugada entre bambalinas.
Es por ello que la sensación y el sentir públicos es que todo es una sarta de mentiras, y en realidad lo es: El público todo no esta en absolutamente nada equivocado. Pero el arraigo a la norma de cada ciudadano y del pueblo todo, y los manipuleos que se hacen fuera de escena por aquellos que funcionan en cualquier organización o estructura administrativa, que necesita de normas y leyes para existir y ser reconocida, hacen que estén en conflicto existencial el individuo como ente concreto y único, repito único depositario de la VERDAD, y el sistema institucionalizado y manipuleado por convención sucesiva de partes (y la mayoría de las veces entre bambalinas). La institución, cualquier tipo de institución, no se rige por principios éticos y tampoco tiene valores morales que respetar, todas las instituciones existen y viven en función de objetivos y los resultados que obtienen por su actividad.
El hombre (y hablo del hombre como término integrador de la pareja divina) es el único, de unicidad absoluta, total y eterna que nace, se desarrolla y muere ungido de mayores o menores, de mejores o peores, actuales o extemporáneos principios éticos y de valores morales, el hombre es el único receptáculo puro y por derecho propio de LA VERDAD. Por todo ésto, y muchísimo más, el único instrumento válido, la única herramienta eficaz y eficiente para producir el cambio es LA VERDAD. Cualquier otra propuesta peca por incompleta y no integradora. Cualquier otra propuesta es disgregadora de voluntades humanas en función de un objetivo social.
Pero La Verdad aplicada en términos sociales no consigue apoyo ni se mantiene incólume si entre los seres sustentadores de La Verdad no se aplica un nexo igualmente puro, potenciador y sincero. Este nexo, para que la verdad individual fluya y se acumule en una Verdad Social y Colectiva es el Respeto y la Consideración por, entre y hacia nuestros semejantes.
A esta altura de la historia argentina, y después de haber escrito en las últimas largas décadas sus páginas más oscuras, no creo que haya un argentino en el país o en el exterior, fundamentalmente, que con un dedo de frente y aún mirando de reojo nuestra existencia nacional no piense en Un Cambio. Yo, personalmente, creo que llegó la hora.
Parece una tarea mamútica, en especial si consideramos la idiosincrasia del argentino, un hombre ajustado a los vaivenes de cada día nos da un hombre vaivén, difícil de contener. Por qué, cómo, quiénes y cuáles fueron los motivos y las fallas que nos llevaron a esta situación no hace falta enumerarlas, porque ya cada uno y todos los argentinos las tenemos hechas raíz dentro nuestro. Todo el mundo sabe o intuye, con fundamento lógico, qué es un político argentino, qué es y cómo actúa un funcionario público, cuál es la relación real y profunda entre el juez, el policía y el ladrón, etc.
Hoy cada mentira pública dicha por cualquier argentino es automáticamente bloqueada en la mente de los que lo escuchan con un: -”este imbécil piensa todavía que nosotros somos estúpidos, ¿ ó qué?- Pero todavía el mensaje público del hombre público al PUBLICO TODO sigue siendo y reventando, o aún mejor, creado indiferencia total y absoluta, en cada uno y en todos los argentinos que el mentiroso trata de b.... No hay peor cosa para un ser humano, que es un SER, que es un existir en función dé, que la indiferencia, que lo obliga al ostracismo (aún si no lo siente debido al alejamiento que existe entre emisor y receptor por la influencia de la Media (radio, televisión, prensa escrita).
Pero no sería difícil averiguarlo, simplemente pongamos a cualquiera de estos mentirosos al público todo en una plaza a pregonar su mensaje, de la misma manera que lo hace por los medios de comunicación y enfrentar a su auditorio y veremos quién queda escuchando e interesado. Es hora de cambios. De cambios profundos, serios y responsables. Es hora de cambios. De cambios graduales pero rotundos y muy terminantes.
Es hora de cambios. Que nos permitan por un lado ir desinflando el sistema actual y por el otro ir armando un sistema total y absolutamente novel y argentino, nuestro. Y somos capaces de hacerlo solos, siempre y cuando comprendamos que es pura y exclusivamente nuestra responsabilidad, siempre y cuando comprendamos que solo nosotros podemos limpiar profundamente nuestra casa y nuestras vidas. Es hora de cambios. De cambios controlados y sufridos, de cambios que corten aquí y allí, de cambios sin compromisos ni condicionamientos, de cambios pensados solo en la vida futura y salud de todo un pueblo, y hablo de Pueblo Todo.
Es hora de cambios. Porque la alternativa única a ésto es, después de la indiferencia, el enclaustramiento del indiferente, la impotencia del enclaustrado, la explosión última exigiendo sus derechos a existir y a ser reconocido. Y la Argentina, ni ningún argentino, ni aún América Latina y El Mundo, podemos permitir ningún tipo de explosión, no importa cuán justificada esté.
Por eso y por lo que cada uno y todos los argentinos tenemos en el tintero, es que es HORA DE CAMBIOS.
El sistema institucional argentino estuvo, está y estará (si no ponemos manos a la obra) plagado de funcionarios y personas en condiciones de In Partibus Infidelium, y la sucesión y reiteración de este tipo de gentes ocupando cargos que no cubría, pero que por la autoridad otorgada por la norma los autorizaba a tomar decisiones y hasta imponerlas, creo el sistema al cual estamos atados y amordazados todos los ciudadanos.
El sistema obstruye de una y mil formas la corrección individual, y aún de grupos, que quieren modificarlo, no importa que el individuo esté fuera o dentro de la Función Pública, no importa cuán pequeño sea el cambio e insignificante la corrección, una vez que excede el cambio de la tarea individual y entra en el terreno de la aceptación y decisión institucional la propuesta muere, o se modifica tanto (ajustándose al sistema) que pierde su esencia.
Es necesario el cambio. Es necesario e inevitable que asumamos el cambio mientras estemos en situación y en condiciones de controlarlo y ésta es la hora de cambios. Si no asumimos nuestras responsabilidades la lamentable realidad existencial argentina y la situación actual y proyectada mundial nos va a precipitar a un ajuste violento y a una corrección incontrolable de nuestro rumbo. No podemos existir ya más totalmente disgregados de la vida mundial, fantaseando una integración y una gravitación de grupo que en absolutamente nada, repito nada, es cierta mirando y viviendo a la República Argentina y a su Pueblo Todo desde el exterior.
Perdimos decisión, influencia y sentido para el mundo e inclusive para nuestros hermanos latinoamericanos, ya nadie sobre la faz de la tierra espera nada de nosotros. Somos para el mundo lo que un país del corazón de Africa es para los argentinos. Y a quién lo niegue déjeme decirle que: un chispazo no es luz.
Y soy un argentino junto a otros tantos millones que creemos que podemos llevar, junto a otros pueblos, la antorcha que está guiando e iluminando el camino de la humanidad al Siglo XXI. Asumamos nuestra responsabilidad individual y colectiva, asumamos y luchemos por nuestro lugar en la sociedad mundial, asumamos y tomemos conciencia de nuestra lamentable y vergonzosa realidad nacional y asumamos sin peros ni comas que el futuro de nuestros hijos descansa únicamente en el presente que seamos capaces de construir y no en la fantasía de una vida fácil, despreocupada y mezquina. Que así sea y que el Altísimo ilumine las suficientes conciencias argentinas como para que EL CAMBIO se empiece a producir.
Mauricio J. Yattah

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