Existen dos experimentos sobre los que me concentré para avanzar con El Método Fusión, uno: el sonido y de dónde nace y hacia dónde se expande; otro: el silencio y como éste afecta, enmarca, percibe, ubica y retiene las percepciones sonoras.

Hasta hoy he avanzado sobre el primero, el segundo será, con el tiempo materia para distintas investigaciones y estudios.

Se dice que la lengua es tan antigua como el mismo hombre porque lo que para la madre de un ser humano por nacer es su sistema de pronunciación, para el feto -digamos para el primer tic-tac que se produce cuando el espermatozoide penetra al óvulo- ese sistema de pronunciación es un sistema de reverberancia y sensaciones para el niño por nacer.

El espermatozoide penetra al óvulo y hay una “explosión” sonora, por supuesto imperceptible para todos nosotros. Ambos comienzan a vibrar a latidos infinitos por segundo y esos latidos son “ensor-decedores” dentro de la misma célula fecundada. Y el proceso de desarrollo desde lo “interno” comienza a gestarse, a transformarse y a readaptarse a sus nuevas y necesarias características biológicas.

Pero en un momento lo que era un tic-tac “nervioso y propio” de la misma célula se encuentra total y absolutamente inundado y “cubierto” por un sonido lánguido, profundo, acuoso, difuso venido de “quién sabe dónde”. Este sonido infinitamente más ensordecedor que lo llena todo, que lo cubre todo, que obliga a la “atención” del nuevo ser por nacer -aún una célula- es La Madre Hablando.

La madre habla cosas hacia afuera, pero su sistema de pronunciación produce vibraciones hacia adentro que llegan a la misma placenta, que mueven el mismísimo líquido amniótico del cual se nutre el feto, así la reverberancia sonora es: desde el primer impulso de vida, y la vibración “espasmódica” es elemento de sensación y de percepción del niño por ser.

De ahí la expresión del título. A una madre verborrágica las sensaciones que percibe el niño son violentas, continuas, dispersa, incesantes, compulsivas. A una madre tranquila y callada las sensa-ciones transmitidas al feto van a ser en consonancia a esta actitud y forma de ser de la madre.

Pero no es solo el hombre el que aprende a sensar a través del sistema de pronunciación de su madre; la vaca aprende lo propio, el mono otro tanto de su progenitora y así cada cual va integrándose al mundo existencial a través del sonido de sus propios semejantes.

Te transcribo un artículo que publiqué en Un Mundo Un Pueblo, el periódico de la Opinión Pública, título de La Serie Púrpura, que extiende el concepto.