Sabemos de la insistencia de maestros y estudiantes cuando dicen desde los métodos tradicionales y de laboratorio que: “uno no puede hablar porque le falta vocabulario”.

Nada tan falso como éso. Ni siquiera hace falta “gastarse” para justificar tal afirmación descolgada y maljustificante de la inutilidad e inversión de los métodos antiguos. Miremos a un niño de 3 a 5 años hablar y la afirmación cae por su propio peso al confrontarla con la realidad. Punto.

Pero, y para salirnos un poco del tema, pero sin perdernos mucho, voy a presentarles lo que incuestionablemente considero la vergüenza nacional.

Hilando datos de aquí y de allí, como todos lo hacemos al leer información diaria y estudiar he llegado a juntar dos tipos de “desarrollos” de sentido inverso entre nuestra sociedad -la argentina- y la investigación con animales y sus códigos de comunicación -los monos.

Año 1971 cálculos de promedio de utilización de palabras en el hablar cotidiano ubicaban a nuestro país en primer lugar en el mundo junto a otros dos estableciendo el ratio en 738 palabras promedio por habitante.

Año 1965 se habían iniciado investigaciones con un mono para enseñarle a comunicar sus necesidades a través de símbolos luminosos marcados en un tablero. El mono quería algo o sentía algo y marcaba “la tecla” que correspondía. Este primer mono en ese año interpretaba 165 símbolos para comunicarse.

Año 1990 el promedio de palabra de nuestra sociedad estaba en 211 palabras y... bajando.

Año 1995 veo un video de aquella misma investigación que seguía avanzando en la enseñanza de monos -ahora toda una comunidad- en la que manejaban 650 símbolos y ... subiendo.

Huelgan las palabras de nuestra vergüenza nacional.