Otro concepto que trabajo es el de los vasos comunicantes. He comprobado que en una etapa del desarrollo del estudiante, aproximadamente cuando está en una edad cronológica de 4 a 5 años - más o menos en las semanas 5 y 6 de nuestros cursos generales, después de haber superado el curso desinhibidor - ( hablando siempre de estudiantes adultos ) se le puede “forzar el nivel de utilización de palabras” con un manejo del vocabulario que llamo de los vasos comunicantes.

El sistema consiste en aportarle al estudiante en un período de unos 7 a 10 días una cantidad de palabras que “debe buscar en el diccionario” y que como un bloque van a realizar de “pesa” sobre las palabras y las estructuras lingüísticas y coloquiales con las que venía trabajando en esas semanas.

La incorporación compulsiva y forzada de este número de palabras hace que aquellas que “manejaba” pero que aún no estaban a su disposición a flor de labios, ahora comiencen a aflorar.

El concepto general es: usar un conjunto de palabras para desprender otro conjunto de palabras que son más coloquiales que el último conjunto incorporado, que haga de peso para transferir las palabras y frases con las que se venía “jugando” pero que todavía no tenían aún asumidas para que definitivamente se transformen en “útiles y disponibles”.

En realidad, en esta etapa, el estudiante va aflojando su tiempo de práctica y dedicación, pero el “influjo” de una nueva actitud de estudio, ya comienza el trabajo de “pensar” hacen que, en general, se renueve la dedicación para concluir el curso con su mayor poder de potencia.

Es, con estas técnicas de los vasos comunicantes, el punto de inflexión entre haber trabajado desde lo sensible, y rechazado el trabajo del canal consciente racional, a ir tanteando si es o si no es el momento justo para que el estudiante “comience a pensar” y a avanzar de manera conjunta con ambos canales de conocimiento, lo difícil del caso para el maestro.

Tan difícil y sutil es la situación que puede quebrar el trabajo realizado por semanas, puede volver al estudiante a sentirse como que “ya debe volver a los viejos y vetustos andariveles de siempre” o puede dejarse arrastrar por una situación que yo veía, viví y que tuve que controlar que se producía en cursos OCC -de conversación orientada- en donde la incorporación de un estudiante -aun aquellos con niveles de fluidez absolutos pero que “pensaban para poder hablar”- casi en instantes volvían a implantar la actitud de “buscar en sus bibliotecas de recuerdos” palabras para poder decirlas, rompiendo el encanto del habla natural y espontánea en los otros estudiantes que venían teniéndola después de semanas de trabajo.

El cambio de actitud, el switch a la actitud de pensar para hablar, durante esta etapa en la que “autorizamos” al estudiante a pensar es el punto en el que debemos tener especial cuidado, porque tranquilamente el estudiante se puede “desbarrancar”.