Para hablar una segunda lengua no hay que volver a “rumearle” al estudiante todo lo que ya sabe, cae de suyo que ya sabe que éso es un lápiz, que yo soy su profesor, que ésto es abrir una ventana o que aquello es un par de anteojos.

El universo de lo conocido es una sola vez aprendido y no necesita de una doble inserción en otro idioma.

Lo conocido es conocido y ya.

Pero se debe generar un material didáctico que permita estratégicamente avanzar sobre los primeros rudimentos de una lengua enseñándole “lo sustancial” y potenciando a través de la práctica esos elementos primeros hasta que se desprenda una fluidez definitiva y completa en el estudiante.

Muy distinto es el aprendizaje de una segunda lengua, casi en paralelo con la primera cuando son niños, el concepto de “parear” sonidos distintos que tienen el mismo significado enriquece al niño sin la presión del conflicto intelectual permitiéndole y habilitándolo en la condición de bilingüe desde su corta edad.

Podemos ver, como explicamos anteriormente, la enorme potencia que tiene el ser humano cuando... deja de lado... pensar para poder aprender a hablar y se larga a hablar consiguiendo después naturalmente pensar en la lengua que habla.

Una interesante “compulsa” va a ser qué y cuáles son los elementos que cada maestro va a seleccionar como lo sustancial para arrancarle el habla de su segunda lengua a un estudiante. La experiencia, la investigación y el debate nos va a enriquecer a todos.