ECONOMÍA RACIONAL - EL HALLESISMO- Ing. Nicolás MANETTI CUSA

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La Unificación:  Unificación Social

Después de las unificaciones mentales y de las unificaciones materiales, tenemos que ocuparnos de las unificaciones sociales, que penetran aun más en la esencia de la economía, que, según nuestra definición, es justamente la ciencia que trata el mejoramiento del nivel de vida de la humanidad, por medio de la colaboración social.

Las unificaciones sociales son las asociaciones de los hombres, que tienen finalidades comunes. Su naturaleza económica es evidente.

Las finalidades tienen que ser comunes, no sólo iguales. Si fueran sólo iguales, la unificación sería solamente mental, mientras que, cuando coinciden, por ser comunes a todos, se hacen sociales y constituyen la esencia de la asociación.

Por ejemplo: hay asociación entre los tripulantes de un barco en peligro, mientras se trata de poder salvarse todos en ese único navío: ahí sobresale la finalidad común de todos juntos. Pero la asociación se desvanece, después del naufragio, si hay sólo una pequeña balsa que no alcanza para todos. La finalidad de salvarse, es la misma de antes, en todos los tripulantes, pero cada uno lo procura por su lado, ya que la finalidad dejó de ser común, para convertirse en igual, pero individual, no social.

Las asociaciones de hombres, que teniendo las mismas finalidades, ofrecen sin pedir nada, son las más puras y dignas, como lo son las asociaciones para el progreso de la Ciencia, del Arte y de la Literatura, o para el mayor aseo y el urbanismo de las poblaciones.

Si, además, el fin buscado es un provecho no material, ni directo, ni siquiera indirecto para los asociados, sino para otros que merecen y carecen de aquel beneficio, se realizan las más elevadas y nobles asociaciones humanitarias, filantrópicas, religiosas, etcétera.

Desdichadamente, en la realidad, casi todas las asociaciones que nos rodean, no son tan nobles ni desinteresadas; resultan en cambio egoístas, ávidas, cínicas, y cuando menos, lucrativas en provecho propio.

Por lo tanto se plantea el problema fundamental de la asociación, que se encuentra en todas las asociaciones, desde la más pequeña a la más grande, o sea, la asociación de todas las naciones del mundo, es decir, la U.N. (Naciones Unidas).

Se trata de la adopción de resoluciones que obligan a todos los asociados.

Frente a cualquier propuesta, en general, no se cuenta con la adhesión de todos los asociados, y por tanto, hay adherentes y disidentes.

En las asociaciones en las cuales se da sin pedir, este problema puede presentarse también, pero es superado por el espíritu de bien de todos los componentes. En las otras, que son casi la totalidad ¿qué se puede hacer?

Contemplar las voluntades de todos los asociados es imposible: hay que contentar a algunos y defraudar a otros. Pero ¿qué puede ocurrir?

Si hay alguien que se impone con la fuerza, moral o material, un dictador, la asociación actúa sin que el problema se resuelva.

Frente a la prepotencia del dictador, los asociados, al fin, reaccionan y a la voluntad de un solo individuo la sustituyen por la voluntad de todos, y surge la democracia, que se presenta siempre como una reciente conquista de la colectividad, siendo en verdad ¡tan antigua como la historia misma!

Su estructura es muy simple y está al alcance de todos: cada asociado tiene derecho a un voto; la mayoría de los votos decide.

Sin embargo, tampoco la democracia soluciona el problema.

Ante todo, los pareceres de cada asociado tienen diferente valor e importancia, y por lo tanto su unificación es muy injusta, más aún cuando hay otra injusticia mayor.

En efecto: la minoría está constituida por hombres que tienen sus derechos en la asociación, pero que son anulados por el derecho prepotente de la mayoría.

¡No se comprende cómo esta vieja diosa de la democracia que parece siempre joven, goza de la adoración de todos!

No merece adoración; lo que impone es resignación, la misma que inspiran los tiranos. Y a menudo, la mayoría democrática, actúa con atropello tiránico, más aún, con mayor prepotencia, porque siendo perfectamente legal, no tiene el deber de justificar su prepotencia, mientras que el tirano, día por día, se preocupa de sus súbditos, ya sea para obtener su adhesión, o por miedo de que estalle su reacción.

Por lo tanto, ni la dictadura ni la democracia representan la solución del problema fundamental de las asociaciones.

Podemos llegar a la conclusión de que el problema fundamental de la asociación, que podemos definir como el problema de salvar los derechos de la minoría, a pesar de su importancia y gravedad, permanece aun hoy sin solución, y su actual insolubilidad ¡pesa como una obsesión sobre toda la humanidad!

Para enfrentar este problema, la economía racional fuera de todo misticismo, nos recuerda ante todo, que estamos en un procedimiento de unificación y hemos visto que en todas las unificaciones hay constantemente una zona gris, una penumbra que constituye la excepción, el error de unificación.

Esta excepción, es muy parecida a la minoría, que se halla en la especial unificación que es la asociación, y hemos visto, y ahora vamos a ilustrarla más, que está excepción no tiene que superar el límite de conveniencia de la unificación.

En efecto; podemos decir, por ejemplo, que el hombre es un animal racional, porque los locos son una minoría. Si en cambio del 1% fuesen el 49% de todos los hombres ¿sería correcto afirmar que los hombres son animales razonables?

Si así fuera, y según las estadísticas mundiales, siendo las mujeres el 51% y los hombres el 49% del total, tendríamos que afirmar que la humanidad está compuesta de mujeres –y por derecho democrático, tendríamos que confiar a ellas el mando del mundo-.

Y si todo eso es sin duda equivocado ¿por qué decimos que una ley es justa sólo porque el 51% de los votantes lo han afirmado?

Esta imperfección de las asociaciones, en verdad, produce en el mundo mucha inestabilidad, y aleja la paz de la humanidad.

Si hay una solución, ésta tiene que encontrarse en el análisis de la unificación y siendo ésta la consecuencia muy simple de la elección de una característica, se puede esperar la solución eligiendo mejor esta característica.

Si por ejemplo, una asociación tiene finalidades políticas y también religiosas, y no alcanza nunca a tomar decisiones que satisfagan a todos, puede encontrar su salvación transformándose en dos asociaciones que tengan solamente finalidades políticas y religiosas respectivamente.

Exactamente, esto es lo que ocurrió cuando se separó el gobierno político del religioso.

Podemos, por lo tanto, entrever la posibilidad de enfrentar el problema, por medio de una revisión de las características unificadoras, y más precisamente, de una escisión de las características.

Para adelantar algo más en la esencia del problema, examinemos una avocación que todos conocen, y sin embargo, no todos aprecian en su alcance trascendental.

Se trata de la única asociación internacional que hoy actúa de manera perfecta, sin que nadie haya protestado contra ella jamás, y que no ha sido derrumbada ni siquiera por dos guerras mundiales.

Esta asociación es la Unión Postal Universal –U.P.U.- la cual reúne a todas las naciones del mundo entre sí –en absoluta igualdad- hasta el Vaticano con Rusia, no obstante las diferencias de sus respectivos tamaños territoriales y la recíproca excomunión.

Analicemos este milagro de la Unión Posta Universal.

Notamos en seguida, que al no llamar la atención de nadie, por su funcionamiento tan perfecto, son muy pocos los que conocen en qué ciudad del mundo está la sede de la U.P.U., y nunca trasciende en los diarios que la U.P.U. haya decidido algo, o que tenga controversias con alguna nación, ni que alguna nación se haya desvinculado de ella, o que proponga la expulsión de otra nación.

Sin embargo, la U.P.U. es quien moviliza sumas colosales de dinero en cada rincón de la tierra, sin ninguna preocupación por la suerte más o menos desdichada de las diversas monedas nacionales.

Se trata de la actividad de un ejército de tres millones de hombres y mujeres, que realizan las más diferentes tareas: colección, transporte, distribución, impresión de estampillas, etcétera, y, resumiendo, se trata del servicio internacional más importante que hasta hoy actuó en el mundo.

La idea de la U.P.U. es debida al inglés Rowland Hill y al alemán H. Von Stephan que, sin embargo, ¡tuvieron que luchar mucho para hacer entender sus ideas a sus contemporáneos!

Examinando la estructura de la U.P.U. quedamos asombrados por su genialidad económica. Para medirla, tenemos que imaginar, en cambio, que el servicio de Correos Internacional estuviera a cargo de sociedades privadas como hoy ocurre por ejemplo en la producción y la venta mundial de productos petrolíferos, o bien, que fuera administrado por la U.N. ¡donde hay naciones con derecho de veto!

Todos comprenderán de inmediato que el servicio de Correo estaría en este caso en crisis permanente, es decir, como ocurre con el petróleo, sería el centro de recias luchas internacionales, por su predominio.

La U.P.U., en concreto, propone a todos los Estados su participación en una asociación cuya sede central tiene poderes discrecionales casi anulados, por ser la U.P.U. automática y descentrada en su actividad.

El automatismo, consiste en el hecho de que cualquier operación se realiza en forma mecánica igual para todos, sin distinción alguna frente a los diversos remitentes y destinatarios. Esta unificación de los remitentes frente al buzón, y de los destinatarios frente al cartero es absoluta.

El descentramiento consiste en el hecho de que todos los gastos y los ingresos que se realizan en cada Estado, pertenecen a él, sin que nunca un Estado tenga que cobrar o pagar nada a los otros Estados. Esta unificación de derechos y deberes de los Estados con respecto a la U.P.U. es también absoluta.

El funcionamiento automático y descentrado de la U.P.U. ha logrado el milagro de solucionar el problema fundamental de la asociación, es decir: la tutela de las minorías en el caso particular del servicio de correo.

Por lo tanto, además de la operación de escisión de las características de la asociación que ya hemos encontrado podemos también aprovechar el automatismo y el descentramiento para intentar la defensa de las minorías de una asociación.

Esta conclusión nos alienta en tal forma, que llegamos hasta considerar una aplicación un tanto audaz, en un terreno en el que hoy resulta casi peligroso internarse: el gobierno económico mundial.

Antes de avanzar en este paso audaz que requiere mucha atención, hagamos una observación analítica pero básica.

Cada resolución de cualquier asociación, como es evidente, tiene que referirse al interior, o bien al exterior.

Es decir: o se refiere a las relaciones entre la asociación y los que están fuera de ella, en el espacio o en el tiempo, o bien se refiere a las relaciones entre la asociación y los que están dentro de ella: los asociados.

En el primer caso, hacia el exterior, la asociación tiene que actuar del mismo modo que actuaría si fuera una entidad cualquiera, sin referencia al hecho de que está compuesta de asociados, con lo cual cumple una tarea egoísta.

Frente a esta primera tarea, los asociados tienen que establecer la directriz de marcha, la cual está a cargo de la presidencia de la asociación.

En el segundo caso, hacia el interior, la asociación tiene una tarea completamente diferente: la de repartir entre los asociados, gastos y utilidades: tarea de justicia.

Frente a esta segunda tarea los asociados tienen que establecer la repartición entre sí, ya de sus obligaciones, ya de sus remuneraciones, tarea que está a cargo de la dirección de la asociación.

Esta división de tareas entre la presidencia y la dirección, no es muy clara para muchos, pero es indispensable destacarla en toda su evidencia, para penetrar más profundamente en nuestro problema.

Para dar una imagen expresiva de esta división de tareas, podemos considerar un animal cualquiera. Este, en sus relaciones al exterior, actúa como unidad –presidencia-, mientras que en su interior, la naturaleza –dirección- provee por su cuenta a la repartición de los alimentos entre los órganos y las células, exigiendo de cada una de ellas, el cumplimiento de su respectivo cometido.

En las asociaciones de cualquier orden que hoy nos rodean, y que dominan la actividad mundial, esta división entre presidencia y dirección es constante y nunca puede faltar.

Ahora vamos a ver cómo se presenta el problema fundamental de las asociaciones, es decir, el Problema de la minoría, ya frente a la presidencia, ya frente a la dirección, en el caso más difícil de todas las asociaciones.

En la colectividad humana pueden existir muchas asociaciones, cada una con sus propias finalidades, cuya existencia constituye un verdadero progreso económico.

Si algunas de estas asociaciones, a su vez, tiene finalidades comunes, pueden, permaneciendo autónomas, unirse en una asociación de asociaciones, lo que constituye un ulterior progreso económico.

La asociación suprema, a la cual adhieren y en la cual se disuelve la mayoría de las asociaciones de una colectividad, es el Estado.

El Estado, construcción económica de enorme importancia que marca el comienzo de la verdadera civilización social, ha dado, y dará aún más, resultados maravillosos que justifican la admiración y la devoción de todos los ciudadanos, lo que hace perdonar algunas exageraciones y errores, formas morbosas de estadolatría.

El Estado tiene una característica, la perpetuidad, que se traduce, también, en una riqueza creciente.

En efecto, el Estado sobrevive a los ciudadanos. Es necesario reflexionar, que los que nacen hoy, nacen ricos ya, porque encuentran listos los caminos, las casas, los puertos, los barcos, las fábricas, las minas, etcétera, y también a su disposición la ciencia, la técnica, el arte, etcétera. ¡Patrimonio desmedido, inmenso, incalculable, frente al cual, la riqueza personal de los millonarios desaparece! Pero es verdad también que quien muere, deja a su vez todos sus ahorros, su producción, sus inventos, a la posteridad, sin compensación.

De donde resulta que el Estado es el depositario común de los antepasados a favor de la posteridad.

Además, el Estado pide también a la generación presente, una contribución a favor de la posteridad.

En ese sentido, el pedido del Estado es mayor, cuanto más ha progresado el Estado mismo en el camino de la civilización.

La institución de escuelas, siempre creciente, que demanda gastos a una generación en pro de las sucesivas, es un ejemplo típico, como lo es la forestación, porque a menudo, los que plantan árboles no alcanza a aprovechar su sombra.

Todas las grandes obras públicas se construyen con referencia a las futuras generaciones. En efecto: si la humanidad supiera que dentro de cincuenta años, el mundo tendría fatalmente que desaparecer, ¡nadie construiría absolutamente nada!

Esta solidaridad entre el pasado, el presente y el futuro, constituye la característica trascendental del Estado.

Hoy los pueblos esperan que todos los Estados, sin perder su propia personalidad, se unan en un Estado supernacional.

Sin embargo, los actuales acontecimientos mundiales dan la impresión de que esta esperanza es una ilusión, que cada día se desvanece más.

¿Puede esta visión de un Estado supernacional llegar a ser una realidad?

Lo que impide hoy esta realización, es el problema fundamental de la asociación, es decir, el problema de la defensa de la minoría, del cual nos hemos ocupado detenidamente. Y hemos visto que este problema casi desaparece, cuando el nivel espiritual de los asociados, llega a elevadas alturas.

Por lo tanto, hoy el esfuerzo de los hombres más espirituales, debe tender a elevar el nivel moral de los ciudadanos, hasta hacerlos llegar a la comprensión, a la tolerancia, al amor fraternal.

La economía racional celebra estos nobles esfuerzos y rinde homenaje a todos los que, hasta con el sacrifico de su vida, han luchado para conseguir tan sublime finalidad.

Sin embargo, como el higienista, que pese a su optimismo, no tiene la ilusión de legar hasta la abolición de las enfermedades, así la economía racional tampoco tiene la ilusión de lograr la transformación moral de la humanidad.

Por lo tanto, la economía racional deja a los hombres tal cual hoy se encuentran, y no pudiendo transformarlos, se propone aprovechar su egoísmo en procura de la mejor solución.

Para examinar la posibilidad de un Estado supernacional, es decir, asociación de todos los Estados, tenemos que analizar en primer lugar las finalidades de todos los Estados, para averiguar si hay entre ellos, finalidades comunes y convergentes.

Pronto vemos que, según la distinción que hemos hecho, las presidencias de los Estados tienen personalidades tan diferentes entre sí, que la asociación de las presidencias de los Estados no parece hoy posible, más aún, porque la característica trascendental de cada Estado, que acabamos de destacar, referente a su perpetuidad, las aisla y personaliza.

El fenómeno actual, en cambio, es exactamente desasociante en todo el mundo: el imperio inglés se disuelve; Irlanda se independiza, y Escocia piensa hacer lo mismo. En la pequeña Italia, las regiones obtienen su autonomía. Los nacionalismos de todos los pueblos se aguzan, y mientras la tierra conserva su tamaño único, el número de los Estados crece cada día.

La unificación de las presidencias de las naciones, por lo tanto, no parece por cierto alcanzable, cuando menos en este siglo.

Además, cada Estado tiene su dirección, razón por la cual, al crecer el número de los Estados, crecen también las direcciones.

Sin embargo, no obstante el sinnúmero de estas direcciones, se pueden notar unos fenómenos que las acercan a todas, y que nos sugieren la posibilidad de unas particularidades unificaciones.

Algo de parecido hay en el caso de los hombres, que mientras sus almas –presidencias- llegan más allá de sus alcances conocidos y constituyen personalidades netamente destacadas, sus cuerpos –direcciones- permiten extensas y hondas unificaciones, que hacen posible la medicina, única para todos los hombres.

La Dirección de cada Estado –gobierno- tiene a su vez dos tareas con respecto a sus ciudadanos.

La primera tarea, que podemos llamar contractual, es una tarea normal como la de cualquier asociación; en nuestro caso, se cobran tasas e impuestos que se destinan a los gastos de obras públicas, instrucción, policía, ejército, justicia, sanidad, etcétera.

En esta primera tarea no se puede intervenir con la unificación: es un asunto particular de administración casi familiar y peculiar para cada Estado.

La segunda tarea, que podemos llamar reguladora, cuida del mejor desarrollo de las relaciones de los ciudadanos, ya entre sí, ya para con los extranjeros; leyes y códigos, relaciones de trabajo, de comercio, de préstamos y de ahorro, contratos y unidades de medida, y todo lo referente a las monedas.

En esta segunda tarea, muy diferente de la primera, nos encontramos frente a una constatación muy simple y común.

Es la constatación que hacen los marinos, los viajeros, los exploradores, etcétera: que aunque se le suponga muy distinto según razas o latitudes, el mundo de los hombres es todo igual. Cambia la naturaleza de una a otra región, como cambia el físico de las personas, pero éstas se asemejan todas entre sí.

La unidad de la humanidad, no sólo es reconocida por los sabios que estudian los monumentos y sus significados; por Colón, que se entendió en seguida con los indios: por los exportadores que constatan la uniformidad de los pedidos, por los estudiosos que encuentran casi iguales los proverbios de los pueblos; por los misioneros que enseñan la misma Biblia a hombres de cualquier color, etcétera, sino que cuando no hay obstáculos de naturaleza política, todos los hombres tienen tendencia hacia la asociación, porque reconocen sus finalidades comunes.

Esta consideración, nos proporciona la posibilidad de unificaciones en las actividades que se refieren a las relaciones recíprocas entre los hombres.

Concluyendo: en la tentativa de unificar todos los Estados, no hemos encontrado posibilidad o esperanza de unificar las presidencias nacionales.

En cambio, en lo que se refiere a las direcciones, tenemos que dejar a cada Estado la tarea de la gestión administrativa interna, mientras se entrevé la posibilidad de unificar la tarea reguladora de las relaciones de los ciudadanos entre sí y con los extranjeros, tarea muy semejante, mejor aún, sustancialmente igual para todos los pueblos del mundo.

En muchos campos de actividad y en casi todos los Estados, esta unificación está ya adelantada.

La ciencia, la técnica, el arte, el deporte, etcétera, no obstante la más viva competencia y el orgullo nacional, superan casi sin trabas, toda barrera política.

Tampoco los gobiernos civilizados intervienen en las actividades internas de las iglesias, y en otro terreno, como hemos visto, la Unión Postal Universal se desenvuelve en forma perfecta en todos los Estados, mientras se establecen normas internacionales para navegar en el mar y en el aire, y desde la radio hasta la policía, desde los pagarés hasta los servicios meteorológicos, los Estados promueven convenios y estrechan arreglos, sin debilitar, por cierto, la suprema autoridad de cada gobierno en su propio país.

Entre las actividades que se refieren a las relaciones de los ciudadanos entre sí o con los extranjeros, tienen un lugar especial y de enorme importancia las actividades económicas, que son, claro está, de naturaleza mundial, mientras hoy están bajo las direcciones –gobiernos- nacionales.

La importancia de los gobiernos nacionales no se puede pasar por alto, ni poner en tela de juicio. Sin embargo, todos tenemos que reconocer que estos gobiernos, no logran solucionar hoy, los problemas de naturaleza económica internacional.

Por otro lado, estos problemas se manifiestan en forma unitaria en todo el mundo, bajo el aspecto de un malestar universal que no conoce barreras políticas.

Desocupación y huelgas, recursos no aprovechados y falta de productos, escasez de maquinarias y sobreproducción, necesidad de importar y prohibición de exportar, etcétera, son unos, entre miles, de los fenómenos contradictorios que se manifiestan en la misma forma en todos los países de todos los continentes.

Y si Estados Unidos y Rusia afirman que no tienen problemas económicos, no podemos tomarlos en serio, por el hecho de que ambos han levantado una barrera muy rígida: en Estados Unidos los trabajadores no pueden entrar; en Rusia, en cambio, no pueden salir. Tampoco en la cárcel hay problemas económicos.

La Economía racional busca la solución sin rejas y sin esposas.

Ahora, el hecho que nos asombra y alarma, es que frente a aquel malestar, los Gobiernos no lo afrontan con igual decisión, ni se proponen buscar juntos una solución, antes bien, se aislan entre sí lo más posible.

Por lo tanto: mientras el problema de unificar la tarea reguladora en el campo económico nos parece muy factible, encontramos, en cambio, en cada Estado, un impedimento que, en la práctica, se opone a esta unificación. Y este impedimento tiene que ser igual para todos, por ser ello tan uniforme, más aún, universal, como uniforme y universal es la tarea reguladora económica.

La Economía racional, como veremos en forma detenida, descubre y remueve aquel impedimento que hoy obstaculiza la unificación de la tarea reguladora económica de los Estados. Estos aprovecharán, en seguida, la oferta de la Economía Racional, uniéndose en una asociación supernacional económica, que podrá llamarse gobierno económico mundial.

La tarea de este gobierno será solamente la que hemos denominado reguladora.

Las tareas que hemos llamado contractuales –de las direcciones- y aún más, las tareas nacionales de las presidencias, están totalmente al margen y por encima de este gobierno económico mundial.

Pero aun así ¿se podría negar o menospreciar la enorme importancia de la economía, en todas las relaciones de amistad de cada Estado con los otros Estados y con sus ciudadanos?

Por lo tanto, la solución del problema económico que con la ayuda de la economía racional vamos a resolver, constituirá un auxilio parcial pero de un valor notable, en la solución del problema supremo de la paz mundial.

Está muy próximo el día en que la economía –desde el griego "gobierno de la casa"- quede netamente separada de la política –desde el griego "gobierno del país"- y sea reconocida como una actividad técnica fundada sobre una ciencia positiva.

Ese día la política, liberada de una tarea, para la cual no es idónea, volverá a su función de arte espiritual y a su finalidad muy noble de guía de los pueblos.

Entonces la política, como todo arte o ciencia no podrá ser sino aristocrática –desde el griego "gobierno de los mejores"- y la elección de los dirigentes, como ahora ocurre con los Maestros y los Magistrados, no será confiada a los votos de los analfabetos.

Siempre ocurrirán incomprensiones e injusticias, y habrá genios desconocidos, mas los mejores sobresaldrán, y su selección será obra de un libre y justiciero reconocimiento y no la aplastante imposición de las masas.

Hoy por razones contingentes, para destruir hegemonías dominantes tenemos que defender la democracia –desde el griego "gobierno del pueblo"- , mas en el porvenir se entrevé que el gobierno tendrá que confiarse a la aristocracia de la política.

Hemos visto a la unificación producir en su forma mental su primer efecto económico en el símbolo, que por sí mismo y por medio de las tres operaciones –ordenación , identificación, clasificación- nos brinda la posibilidad de nuestra cotidiana actividad y bienestar, es decir, un evidente alcance económico.

Además hemos reconocido a la unificación, en su forma material, como el primer artífice de la técnica, de la industria, del comercio y del seguro: actividades esencialmente económicas, que constituyen la parte concreta de la actual civilización.

Por ende, considerando la unificación de las finalidades, hemos analizado las asociaciones particulares y la asociación suprema que es el Estado, en el que el contenido económico es absolutamente evidente y sobresaliente.

Concluyendo: la unificación no sólo es el procedimiento fundamental de toda ciencia, y de toda la actividad colectiva sino que se manifiesta como la esencia de la economía racional, la cual justamente, según nuestra definición es la ciencia que en una colectividad estudia mejorar el nivel de vida por medio de las recíprocas relaciones utilitarias de los individuos.

La Economía Racional, y esto lo vamos a ver a continuación, ha podido ofrecer la solución teórica del problema económico social, mediante la unificación suprema del mercado mundial, aprovechando el principio del invariado monetario en el trinomio económico, y concretando la acción práctica en la Fundación Universal Hallesint.

La Fundación Universal Hallesint, a su vez, para actuar, aprovecha los auxilios que hemos ilustrado, y que examinaremos más adelante en forma detenida.

Ante todo aprovecha la escisión de las características, en cuanto separa y reúne aquellas características que se pueden unificar –actividades económicas-.

Además actúa como la U.P.U. sin ningún poder material, pero con método automático y descentrado, constituyendo el verdadero gobierno económico mundial, que quitando a los gobiernos políticos, tareas hoy para ellos abrumadoras, ennoblece sus actividades hoy muy envilecidas, impulsándolos hacia los más altos destinos de la humanidad.


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