ECONOMÍA RACIONAL - EL HALLESISMO- Ing. Nicolás MANETTI CUSA

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La Unificación:  Unificación Material

En fin, en la Ciencia positiva, el Progreso coincide con una Unificación creciente.

La Unificación del Trabajo con el Calor en el "invariado" de la Energía –Mayer-, la Unificación de la Sustancia de todos los cuerpos en el "invariado" de la Materia –Lavoisier-, la Unificación de la Electricidad con la Luz en el Electromagnetismo –Maxwell-, han culminado hoy en la Ecuación de Einstein, que unifica a la vez la Energía con la Materia, ley trascendental, que la bomba atómica ha demostrado terminada y dramáticamente.

También en la Economía Social, como veremos, el Progreso coincide con una Unificación Creciente.

Hasta ahora hemos considerado la unificación operante en el campo mental, por medio de aquel maravilloso instrumento que es el símbolo.

No menos importante es la unificación en el campo material.

Nuestro diario vivir está saturado de unificaciones materiales. No se trata solamente de la colección de cosas semejantes, como hace el agricultor que cosecha o vendimia, el minero que elige el mineral útil, hasta llegar al químico que extrae, es decir, unifica el hierro de una sustancia. ¡No! ¡Se trata, nada menos, que de la posibilidad práctica de nuestra vida!

Si, en efecto, todos los átomos de todos los diferentes elementos fueran mixtos y mezclados entre sí, y no hubiera grupos unificados –homogéneos- como el hierro y el agua, la vida sería imposible.

Toda la vida orgánica tiene que considerarse casi como una acción continua de unificación. Por ejemplo: todo cuanto nosotros ingerimos, aun cuando sea una cantidad mínima de vitaminas, nuestro cuerpo lo diferencia y lo clasifica materialmente, esto es, lo unifica y después lo envía a los órganos especiales que lo utilizan.

Una característica de la economía, como hemos dicho, es la de ocuparse de fenómenos que no son individuales, sino colectivos.

Ahora bien, el examen de los fenómenos colectivos nos lleva a conclusiones muy interesantes.

En efecto, un fenómeno colectivo no es la suma de los fenómenos individuales de aquella colectividad, porque tenemos que considerar la acción recíproca –interacción- que puede modificar profundamente esta suma, y llevarnos a conclusiones imprevisibles, y que "a priori" se juzgan paradójicas. La interacción tiene importancia en los fenómenos de física nuclear, pero tiene importancia no menor en la Economía.

La interacción, cuando ocurra, puede, por ejemplo, provocar una compensación de manera que, mientras nosotros esperamos un resultado enormemente erróneo desde una masa de operaciones incorrectas, llegamos en cambio a un resultado casi exacto.

Eso ocurre diariamente cuando hacemos el promedio de una serie de numerosas observaciones todas equivocadas. ¡El promedio es casi exacto!

En el campo económico, el ejemplo más brillante, como veremos, está constituido por la "Fundación Hallesint", propiciada por la Economía Racional y que logra compensar las exportaciones con las inversiones y las importaciones con los préstamos, consiguiendo el más perfecto equilibrio financiero y la más completa justicia económica internacional.

Sin embargo, también en la economía actual hay muchos ejemplos que recordar. Fulano confía su patrimonio, cien mil pesos, a Zutano con la obligación de cuidarlos y tenerlos a su disposición en cualquier momento. Zutano, en cambio, con aquel dinero compra casas o títulos fructíferos, etcétera, y goza sus beneficios.

Zutano ha cometido una violación contractual, y si hiciera lo mismo con diez mil personas más, su dolo tendría que llevarlo a un clamoroso escándalo financiero. ¡Nada de eso! Zutano ha constituido una Caja de Ahorro, y espera ganancias y honores.

Otra vez Fulano habla con Zutano del peligro de incendio, que él teme por su casa, y Zutano le contesta que no tenga miedo, hasta que le propone entregarle el precio de la casa, si ésta llegara a incendiarse, pero pidiendo una pequeña contribución en compensación.

Fulano acepta, pero Zutano, también ahora, comete otro dolo, antes bien, dos crímenes, el primero contra el juego de azar, que la ley veta en casi todas las naciones, el segundo porque él, por supuesto, no tiene el dinero correspondiente al valor de la casa.

Y si Zutano, además, estableciera otros mil convenios con otros tantos dueños de casas, llegaría, al parecer, al mayor escándalo financiero del siglo.

¡Nada de eso! Zutano habrá constituido una importante compañía de seguros, con beneficios para los dueños de casas, los empleados, el Gobierno, que cobra los impuestos, y, en fin, también para él.

La unificación en el campo material constituye también la esencia del procedimiento técnico e industrial.

Si no hubiera características materiales comunes y constantes que permitieran la unificación, no sería posible la técnica. Por ejemplo: la planta de trigo produce un grano en forma constante: el grano produce la harina siempre igual; la harina fermenta siempre del mismo modo por medio de la levadura, etcétera.

Toda esta uniformidad y constancia es la base de unificación del procedimiento técnico de la producción del pan.

Si faltara la constancia, no sería posible la unificación, y nos encontraríamos frente al azar que excluye la técnica.

La máquina, que a su vez simboliza la técnica, es una aplicación maravillosa de la unificación; porque unifica movimientos iguales y repetidos, y la rueda, en fin, que a su vez simboliza la máquina es la expresión más pura de la unificación de infinitos movimientos siempre iguales.

El procedimiento técnico, ya sea el muy simple de la producción del pan, ya sea el más complejo de la construcción de automóviles, se convierte en procedimiento industrial cuando concurre otra particular constancia: la uniformidad de los pedidos de los compradores.

Si los pedidos no fuesen unificados o unificables, la industria no podría surgir.

Por lo tanto, la técnica y la industria representan dos aplicaciones de la unificación en el campo material.

La Industria, a su vez, reacciona e impone su producción unificada a la infinita variedad de gustos de los compradores, y logra sobreponerse por medio de los precios más baratos que su unificación le permite conseguir.

Hoy toda la producción industrial propende hacia tipos unificados: el ancho uniforme de las vías férreas, el tornillo de las lámparas, los productos Standard, la producción en serie, los repuestos intercambiables, etcétera, hasta las tiendas a precio único, son actos económicos voluntarios de renuncia a la libertad incondicionada para aprovechar los beneficios de la unificación.

Y el comercio también es una actividad de unificación. En efecto, el comerciante unifica los pedidos de sus clientes, y compra –con referencia a ellos- la mercadería en el mercado mundial –importador- o nacional –mayorista- o local –minorista- pagando un precio inferior a lo de un pedido aislado, no unificado.

El comerciante actúa en forma económica, porque sirve a la colectividad y al mismo tiempo logra una ganancia merecida. Y no sólo en la Técnica, en la Industria y en el Comercio se constata el Triunfo de la Unificación, sino en todo lo que está organizado, desde el Ordenamiento militar hasta las Órdenes religiosas, y sobre todo hasta la despreciada pero indispensable Burocracia.

¡Todo, dondequiera esté organizado, es Unificado!

Hay, en fin, una unificación material especial, que por su valor económico, tiene ya una importancia muy notable en nuestra vida social.

En efecto; en muchos casos la unificación material confiere al conjunto un valor no sólo creciente con el número de las unidades unificadas, sino algo a veces desde todo punto de vista diferente.

Este fenómeno es muy conocido. Empiezan los niños a revelarlo, cuando hacen colección de figuritas, que aisladas o mezcladas tienen un pequeño valor, pero que al constituirse en serie completa adquieren un valor distinto muy superior.

Los adultos, a su vez, coleccionan estampillas, medallas, monedas, autógrafos, abanicos, armas, mariposas, joyas, antigüedades, miniaturas, etc.

Por valiosa que sea la colección, si ésta se desintegra pretendiendo vender "aisladamente" cada elemento, su valor baja de inmediato.

Si ahora, en lugar de estampillas o mariposas, hablamos de dinero, el fenómeno persiste, aunque cambiando totalmente de aspecto en este caso.

La colección, o el monto del dinero guardado, toma el nombre de Ahorro.

La previsión es un estímulo muy eficaz para ahorrar. Sin embargo, la previsión no es más que un caso particular del fenómeno.

El ahorro, en efecto, transforma el dinero paulatinamente ahorrado, y hace posible algo que antes no se podía alcanzar.

El niño que ansía comprar su deseada bicicleta, confía su dinero a la alcancía. Lo mismo, aunque en distinta proporción, hará el obrero que quiere independizarse, pues jamás, sin el ahorro consecuente de varios años, logrará comprar las máquinas que necesita para su instalación.

La previsión no interviene en estos casos.

Ahora hay algo importante que agregar. Si en lugar de un individuo aislado, consideramos por ejemplo mil hombres, que disponen cada uno de ellos de un dólar, puede llegar a realizarse una operación nueva, que no obstante su aparente anormalidad, logra hoy en todo el mundo un éxito extraordinario, tanto, que ante el temor de su desarrollo excesivo, los gobiernos tienen que frenarlo y encauzarlo.

En efecto: los mil obreros, después de unificar sus dólares, pueden destinar la suma obtenida a uno solo de ellos.

Un dólar, representa siempre un escaso valor para cada uno de ellos, mientras que mil dólares pueden significar la emancipación. La esperanza de ser el favorecido por la suerte, bien vale arriesgar un dólar, por lo que todos adhieren a la iniciativa, confiando la decisión a un sorteo.

En esto se basa el conocido juego de la lotería, que tiene tantos adeptos ¡aun a sabiendas de que la suma ofrecida es rebajada considerablemente por gastos, impuestos, y cobros del gobierno!

El juego es universal, y las loterías son el caso más típico del fenómeno que estamos analizando.

Sin embargo, se puede convertir este sorteo en algo más provechoso de carácter colectivo y social. En efecto, se pueden entregar los mil dólares unificados, no al que favorezca la suerte, sino al que tiene más necesidad de ellos.

Surge así la mutualidad, pero surge también la dificultad de esta asignación, porque cada uno cree siempre, que sus necesidades son mayores que las de los otros.

Pero si hay una manera de controlar el valor de estas necesidades, aun cuando fuera en un sector particular, surge una forma de unificación material, cuya importancia, sin duda, rebasa la de las loterías.

Nos referimos a las mutuales de seguros.

En las mutuales de seguros no ocurre como en las loterías, en las cuales la suerte favorable es quien decide; por el contrario, es la mala suerte en forma de muerte, enfermedades, incapacidad física, siniestros, robos, accidentes, incendios, naufragios, etc.

El seguro es una institución de importancia económica y social trascendental, que los hombres todavía no han llegado a comprender perfectamente.

Por esta incomprensión, hay más compañías de seguros –empresas particulares- que mutuales de seguros; y la verdad es que aquellas compañías consiguen ganancias enormes, que son substraídas a los asegurados.

El seguro pone en evidencia la profunda naturaleza económica de la unificación, porque, según nuestra definición de Economía, eleva el nivel de vida por medio de la colectividad, y además realiza una maravillosa solidaridad sin referencia al desarrollo espiritual de los individuos.

La economía actual no atribuye verdadera importancia económica al seguro, y al igual que los profanos lo considera casi como una actividad anormal, pues no logra ubicarlo ni en la Industria ni en el Comercio, ni en los Bancos, etc. sin llegar a sospechar nunca que el Seguro, aun en ciernes, es el símbolo más concreto de la solidaridad humana.

En verdad, aunque en forma impersonal por su invisibilidad, el seguro, automáticamente, ya actúa en las industrias, el comercio y los bancos, cuando todos ellos, como ocurre casi siempre, operan con una masa numerosa de clientes, entre los cuales se compensan –es decir, se aseguran- las pérdidas eventuales ocasionadas por adversidades, extravíos, deterioros, estafas, etcétera.

El Estado puede considerarse como la suprema "Mutual de Seguro".

Para medir la importancia adquirida por el seguro hasta el presente, imaginemos que una ley, tan imaginaria como absurda, aboliera todos los seguros, y consideremos solamente, lo que ocurriría a raíz de la falta de los seguros marítimos.

Todos comprenderán de inmediato, sin entrar en detalles, que se producirían daños generales, porque muchos intereses están conectados directamente con esta actividad; pero no todos, de pronto, se darán cuenta de las extraordinarias consecuencias que se derivarían hacia la economía mundial.

En efecto: una vez abolidos los seguros, cada patrón de barco, al alquilar el mismo, exigirá un flete mucho mayor que el de antes, ya que el peligro de perder su capital, expuesto a todas las contingencias sin garantías, le producirá una zozobra superior al goce de la ganancia.

Los viajes muy largos, por mares peligrosos y durante las estaciones malas del año, serían suspendidos. Los fletes muy caros, impedirían el transporte de las mercaderías con poco margen de ganancia, aunque fueran muy necesarias, y ello repercutiría en perjuicio de las poblaciones que no las poseyeran aunque las necesitaran urgentemente, ocasionando a la vez una perturbación industrial notable en todo el mundo.

El tráfico se reduciría considerablemente, porque al de pasajeros, le resultarían gravosos los pasajes, y al de mercaderías lo encarecerían los fletes; con este motivo la construcción de navíos mermaría en forma ostensible, la desocupación de marineros traería una preocupación más, de difícil solución porque ningún capitalista querría ya arriesgarse en la industria o en el comercio mercante, y el todo sería de consecuencias inesperadas, pero muy poco alentadoras.

Lo mismo ocurriría con las demás ramas de la industria y del comercio a las que se les privara de pronto, de los beneficios del seguro.

Las compañías grandes y poderosas, podrían hacer en su organismo interno, un seguro automático, porque tendrían la compensación en el gran número de posibilidades que las constituyen, lo que no sería posible realizar a las empresas de menor cuantía; por lo tanto, en nuestra hipótesis, se llegaría a formas de monopolio, no de derecho, sino de hecho, que como todos saben, son tan antieconómicas como antisociales.

Actualmente, estos monopolios actúan en todos los sectores donde no llega el seguro. Por ejemplo: no es aconsejable horadar un solo pozo de petróleo, porque se corren grandes riesgos con pocas probabilidades. Para horadar muchos pozos, crecen tanto los gastos que se necesitan poderosas compañías, que, asimismo, deben realizar una compensación entre pozos productivos y estériles, que viene a ser un seguro automático interno. En esta forma es que surgen las grandes compañías, que aunque sean rivales en lucha entre sí, se solidarizan contra el consumidor, realizando ganancias, que asombran y alarman.

Las leyes contra los monopolios son todas ilusorias. Los monopolios constituyen una llaga inevitable del sistema capitalista.

La intervención del Estado es lo único que puede vencer a los monopolios; por eso muchas naciones –aun no comunistas- están adoptando este sistema.

Italia –anticomunista- ha nacionalizado más de la mitad de la gran industria, y todos los bancos y los ferrocarriles; Argentina actúa hoy en el mismo sentido, e Inglaterra sigue esa ruta pero reprobándola si la siguen otras naciones (Irán).

Ahora bien; justamente la intervención del Estado –que los comunistas impulsan más allá de lo tolerable-, es una forma de seguro, en la cual participan todos los ciudadanos, a través del Estado.

El seguro, en la forma directa y voluntaria, o a través de las empresas del Estado, es la unificación material que tiene el más alto nivel social del porvenir.

¡Lástima que el seguro tiene hoy una limitación en la devaluación monetaria que hace injustos los contratos de seguro que vencen en el tiempo!

Y gran lástima también es que el seguro tenga hoy otra gran limitación, más aún, una mutilación en el espacio, por las barreras monetarias que obstaculizan a las naciones, pues esto reduce el alcance del seguro, que es tanto más eficaz, cuanto mayor número de asegurados abarca.


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