La historia de las ideas de la humanidad sobre la
economía es muy interesante; sin embargo, esa historia no es ciencia; y, por
lo tanto, casi todos los libros de economía, que presentan el desarrollo de
la economía en el tiempo, y nada más, no tienen contenido científico, sino
histórico.
La ciencia tiene que exponer, ante todo, lo que puede
ayudarnos a comprender y reglamentar los fenómenos que nos rodean; y, sobre
todo, tiene que presentar ideas concretas que satisfagan a todos.
En la llamada ciencia económica actual, sin embargo, no
hay ni siquiera una idea directriz, que pueda ser aceptada por todos. Por el
contrario, podemos decir que cada afirmación separa a los economistas en dos
campos opuestos y en contraste entre sí, de modo que, mientras en el campo
teórico no se encuentra ningún fundamento, en el campo práctico la humanidad
está como un navío sin gobierno en medio de la tormenta.
Bastaría recordar la actual divergencia entre lo
universal que llega a la dictadura del estado, y lo individual, que llega a
la libertad económica: esta divergencia divide hoy a los pueblos en dos
partidos opuestos, que no mantienen discusiones teóricas, por el contrario,
las evitan, y se agotan en una guerra fría, a la espera del conflicto
cruento.
Hoy, no sólo no hay ciencia económica, sino que los
economistas no buscan dar forma científica a los resultados de sus estudios.
Ellos mismos, además, a menudo declaran no querer dar
directrices a la humanidad, y aun cuando no lo dijeran, ello se deduce de
todos los libros actuales de Economía, porque todos carecen, al final de sus
capítulos, de un párrafo que, resumiendo los conceptos expresados, conduzcan
a algo concluyente.
Por lo tanto, todos los libros actuales de economía, son
científicamente inconclusos.
Alguien podría objetar, acaso, que también en economía
hay leyes y teoremas. Entonces, veámoslos de cerca.
La ciencia actual puede sentirse orgullosa por su
descubrimiento de leyes que regulan los fenómenos naturales.
Consideremos, por ejemplo, la física. Un tratado de
física es un monumento a la genialidad humana; es un tejido denso y tupido
de leyes, que rigen los fenómenos de los cuerpos, ya sea en estado sólido,
líquido, gaseoso, molecular, atómico o electrónico. Y estas leyes nos
llevan, también a conclusiones concretas y prácticas.
Desde la composición de las fuerzas llegamos, por
ejemplo, a la estática, que nos proporciona las maravillosas construcciones
de ingeniería en forma de barcos, aviones, puentes, etcétera, mientras a
partir de la ley de Newton, llegamos a encontrar la llave del firmamento
¡descubriendo los planetas antes que el telescopio nos los revelara!
De la equivalencia entre la energía y el calor deducimos
la termodinámica de los gases, que nos enseña la constitución molecular de
la materia y llegamos también al motor térmico, servidor fiel que nos
traslada a través de continentes, mares y cielos.
En óptica, bastaría tan solo con recordar la fotografía,
la cinematografía, la espectroscopia que nos permite analizar químicamente
las estrellas, hasta llegar a los sencillos anteojos que todo el mundo usa.
Y en medio de una infinidad de milagros, recordemos la
electricidad, a la cual debemos la dínamo, el telégrafo, el teléfono, la
luz, la radio, la televisión, el radar… hasta la descomposición del átomo y
la terrible posesión de la energía atómica.
¿Y la llamada ciencia económica?
La llamada ciencia económica también se vanagloria de
poseer leyes, y en particular pregona una ley, una gran ley fundamental que
rige todos los fenómenos: la ley de la oferta y la demanda.
¿Es ésta, acaso, una verdadera ley?
Ante todo, si lo fuera, no tendría que presentar tantas y
tan graves excepciones. A cada aumento de ofertas, los precios tendrían que
bajar; a cada aumento de la demanda, los precios tendrían que subir.
Y entonces ¿cómo podría explicarse que en Estados Unidos,
por ejemplo, mientras aumenta la oferta de trabajadores, por la
desocupación, los salarios no sólo no bajan, sino que por el contrario,
suben?
Y por otro lado ¿cómo se podría explicar que, si en
tiempos normales a una fábrica de bicicletas, verbigracia, le pedimos que
aumente su producción actual, podamos obtener una rebaja, en cambio de un
precio más alto?
No se trata, por lo tanto, de una verdadera ley. Se trata
solamente de una observación muy sencilla, que puede hacer hasta el
campesino, que llegado al mercado con su canasta de huevos, frente a los
compradores que se agolpan a su alrededor, encuentra muy lógico y simple
elevar de inmediato el precio de su mercadería.
¿Qué ha agregado la llamada ciencia económica, a la
sencilla y productiva ciencia del campesino? ¡Nada, exceptuando su
presunción!
En efecto, el campesino se conforma con ganar más, y no
busca alabanzas.
¡Los economistas, en cambio, sin producir ni un huevo
más, pretenden la admiración de los legos!
Como hemos visto, la ley, no tiene un alcance general, es
decir, no es una verdadera ley, y además aun cuando fuera exacta, resultaría
muy escasa su contribución científica y práctica, ya que esa llamada ley, se
limita a afirmar que un precio aumenta o disminuye, sin dar la más pequeña
indicación de la medida de su variación.
Es como si la geometría se limitara a afirmar que la
superficie de un triángulo aumenta a medida que lo hacen sus lados.
¡Qué diferencia hay entre estas leyes inconclusas, y el
teorema de Pitágoras, por ejemplo, que determina rigurosamente una relación
insospechada entre los lados de cada uno de los infinitos triángulos
rectángulos, cualquiera sea su forma y su medida!
Y no todos saben que el teorema de Pitágoras, frente a
los demás teoremas de la geometría ¡es como una gota de agua frente a una
laguna!
Los economistas, en verdad, hablan también de otras
leyes. La otra ley que ellos presentan con la mayor solemnidad, es la
llamada "principio de los costos comparados".
Ricardo nos brinda un ejemplo: "Portugal puede producir
vino y tejidos a precios más baratos que los otros países. Sin embargo, se
atendrá a producir sólo vino, porque en eso tiene mayores ventajas, frente a
los otros países. Y Australia, que también puede producir a costos muy
reducidos, minerales y madera, produce minerales, pero importa madera".
¿Por qué molestar a Portugal y a Australia por una
observación tan sencilla".
Preguntemos a aquella profesora que está comiendo en esa
hostería en lugar de estar en su hogar: -"¿Usted no tiene casa; no sabe
cocinar?"
"En verdad –nos contestará la profesora- podría comer en
mi casa y con mayor gusto que aquí. Pero me conviene más ocupar mi tiempo
dictando clases, ya que con el dinero cobrado por ellas, como en la hostería
y aun me sobra algo".
Por lo tanto, no se necesita ser economista para
solucionar problemas de tal naturaleza.
Alrededor de aquéllas, no aparecen otras leyes económicas
generales; existen sólo los cadáveres de leyes particulares: la "ley de
bronce" de los salarios, los "teoremas de Stuart Mill" y muchos otros
menores.
¡Respetemos aquellos despojos! No está claro aún, si
padecieron de muerte violenta o natural.
Muchos se alaban de aquella muerte; sin embargo, se trata
de pura vanagloria, porque bastaba una pinchadura de alfiler para
producirla.
En vida, se llamaban "teoremas". Pero… ¿sospechan los
economistas el valor y el alcance que la palabra "teorema" tiene en las
ciencias positivas?
¡Saben acaso que el más sencillo teorema de las
matemáticas superiores tiene un poder de síntesis mil veces mayor que toda
la llamada "ciencia económica" actual?
Keynes, afamado economista y director del Bank of England,
tuvo la valentía de confesar, hablando de la moneda: "Aunque se enseña en
todas las universidades del mundo, no hay un libro que exponga, en manera
sistemática la teoría y los fenómenos. Me encuentro como un hombre que busca
penetrar en una jungla".
¡Cuánto ingenio y actividad mental han malgastado los
economistas alrededor de los fenómenos económicos sin alcanzar nada nunca!
Pero seamos generosos. ¿Qué se podría pedir a todos ellos
en el campo positivo, si les faltaba la unidad fija y constante de la medida
del valor?
¿Qué ingeniero o mecánico podría construir un palacio o
una máquina, si careciera de los instrumentos para la medición?
La actualmente llamada ciencia económica, mientras que en
el campo académico tiene alta resonancia, es menospreciada por todos en
otras esferas: los altos dirigentes políticos y financieros, no siguen nunca
los consejos de los economistas; y lo que es peor y más significativo aún,
en este campo no hay aficionados, mientras éstos no faltan nunca, no sólo en
cualquier rama de la ciencia y de la técnica, sino en actividades que no dan
ganancias, como el ajedrez y las palabras cruzadas.
¡La llamada "ciencia económica" es considerada, en
general, como la más pesada y aburrida de todas las actividades
intelectuales!
Rusia ha sido acusada de secuestrar sabios y técnicos…
¡pero nunca economistas! Y Estados Unidos, no sólo no piensa raptar
economistas rusos, sino que ni siquiera les permite a ellos la entrada al
país.
Todo eso nos hace reflexionar.
Para iniciar el estudio positivo de la economía, como de
cualquier otra ciencia, tenemos, ante todo, que definir su objeto y sus
medios.
No hay espectáculo más lastimoso que el que presentan los
economistas en la tentativa de definir la economía.
Cada economista posee una definición propia, diferente de
la de los otros, y el estudio de todas estas definiciones, nada nos enseña y
en nada nos hace progresar.
En muchas de estas definiciones domina una idea que es
también la idea del hombre de la calle: La economía tiene que mejorar
nuestro nivel de vida.
Contra esta idea, los profesores se rebelan porque,
dicen, la economía es una ciencia, y las ciencias no pueden tener un objeto
práctico, si no intelectual, de conocimiento.
Para muchos de ellos, la economía es la ciencia de la
riqueza, pero una ciencia de observación, que estudia cómo se puede formar
la riqueza, sin contribuir a formarla o fomentarla; una ciencia como la
astronomía, que estudia los astros, pero sin poder influir en ellos para
nada.
Einaudi, economista de renombre mundial, hoy presidente
de la República Italiana, declara: "No debemos esperar de la Ciencia
Económica sugestiones prácticas. Ella sirve sólo para criticar, a
posteriori, hechos e ideas".
Nosotros repudiamos esta ciencia que no quiere -¿o no
sabe?- ayudar a esta pobre humanidad, angustiada por la terrible pesadilla
del problema económico, insoluble al parecer.
Y también repudiamos a estos profesores que vienen a la
cabecera de nuestro lecho, estudian los síntomas de nuestra enfermedad, y se
quedan muy satisfechos por el acierto de su lóbrego diagnóstico, ¡aunque
nuestro empeoramiento se deba a su falta de decisión para curarnos! No es el
nombre de la enfermedad lo que interesa, sino los remedios oportunos para
curarla.
¡Y nosotros afirmamos que la economía es una ciencia que
estudia, para mejorarlo, nuestro nivel de vida!
Sin embargo, esta afirmación nuestra no es una
definición.
En verdad, el hombre, durante todo el día busca mejorar
su nivel de vida. Y no sólo el hombre, sino los animales y las mismas
plantas.
Este mejoramiento es el ansia de cualquier ser viviente;
casi diríamos ¡es un imperativo de la vida misma!
Pero este mejoramiento se busca por muy distintos caminos
y por medios muy diferentes.
Consideremos un hombre cualquiera, aislado.
Su primera preocupación será su cuerpo, que quiere
defender del frío y del calor, ponerlo al abrigo de la intemperie, curando
sus enfermedades y satisfaciendo el llamado de todos sus sentidos.
Esta es la vida animal.
Después él resuelve aprovechar en forma efectiva, los
recursos del mundo que lo rodea: las cosas, las plantas, los animales, todo,
en fin.
Esta es la vida material.
Luego él siente una atracción hacia un mundo superior,
abstracto, cuyo conocimiento constituye un goce para él. La inteligencia
despierta su mente, y la impele hacia una vida más intensa y más noble.
Esta es la vida intelectual.
Sin embargo, hay algo más, que fuera de su inteligencia,
conmueve al hombre: son los sentimientos y los afectos que le procuran
conocimientos profundos, que la razón no explica, ni alcanza.
Esta es la vida sentimental.
Pero el hombre, además de su cuerpo, de su actividad
material, de sus pensamientos, de sus afectos, se encuentra, a veces, en un
estado que supera a todos los otros: se encuentra en un mundo no sólo
invisible e incomprensible, sino en un mundo en que el cuerpo parece una
traba, los bienes materiales una vanidad, los pensamientos un juguete, los
afectos una ilusión.
El hombre se encuentra frente a Dios y se prosterna.
Esta es la vida espiritual.
En esta ascensión, y en cada estado de ella, el hombre
siempre ha sido impulsado por el acicate del ansia de un más alto nivel de
vida.
Sin embargo, en todo este recorrido, nunca hemos
encontrado a la economía.
¿Por qué?
Porque habíamos forjado una hipótesis que, acaso, hemos
olvidado; porque habíamos considerado un hombre aislado.
El hombre aislado no tiene problemas económicos.
La economía es un fenómeno colectivo: es decir, nace y
actúa solamente en una masa de individuos.
Por lo tanto, podemos marcar un paso adelante en la
búsqueda de nuestra definición:
La Economía es la ciencia que estudia, para mejorarlo, el
nivel de vida en una colectividad humana.
Pero ésta es también tarea de la sociología, y por lo
tanto, la economía tiene que constituir una parte de la sociología, o acaso,
identificarse con ella.
La economía no es idéntica a la sociología.
Esta identificación, antes bien, esta confusión, se
producen en la mente de muchos economistas, acaso en todos, y por lo tanto
es necesario detenernos, aunque sea brevemente, sobre este punto, para
aclararlo.
La sociología se ocupa de todas las relaciones de los
individuos de la colectividad humana.
Ella tiene que considerar, ya las relaciones entre la
colectividad humana y el mundo exterior, ya las relaciones recíprocas entre
los individuos mismos que componen la colectividad humana.
El mejoramiento del nivel de vida de la humanidad, por
medio de las relaciones con el mundo exterior, constituye la tarea de la
técnica.
La técnica, aunque no todos lo reconozcan, es un asunto
colectivo.
Robinson Crusoe, su fuera verdadera su historia,
aprovechó, no sólo los restos del barco náufrago, sino todos los
conocimientos técnicos que él había traído de la civilización a la cual
pertenecía.
Si hubiera llegado cuando niño a aquella isla inhabitada
¡no habría pasado a la historia, con toda seguridad!
La economía, por cierto, no se puede confundir con la
técnica, porque ella se refiere, en cambio, a las relaciones recíprocas de
los individuos dentro de la colectividad humana.
¡He aquí otro paso adelante, muy notable hacia la
definición que vamos buscando!
La economía es la ciencia que estudia, para mejorarlo, el
nivel de vida en una colectividad humana, por medio de las relaciones
recíprocas de los individuos.
Sin embargo, preguntémonos: La economía ¿se refiere a
todas las relaciones recíprocas de la colectividad humana?
¡No, por cierto! En efecto, hay relaciones religiosas,
amorosas, familiares, filantrópicas, amistosas, etc., que no son relaciones
económicas.
Y entonces ¿cómo se distinguen las relaciones económicas
de todas las otras?
¡Pregunta muy embarazosa, que procuraremos aclarar!
El hombre de la calle ve la economía donde hay dinero; y
llega hasta a llamar problema económico a su problema cotidiano de buscar
dinero.
Pero no es así. En efecto, los trueques de mercaderías,
los contratos de aparcería, etcétera, son operaciones económicas, a pesar de
que en ellas no interviene el dinero, mientras que, por el contrario, las
limosnas, las multas, las estafas, etc., son transferencias de dinero, pero
no económicas.
Sin embargo, la presencia de dinero, en general, es casi
siempre reveladora de actividad económica, porque el dinero y la economía
actúan en el campo utilitario que ambos ocupan en toda su extensión; puesto
que las operaciones económicas, se realizan con el objeto de conseguir una
ventaja en el tiempo o en el trabajo, lo que en una colectividad, se traduce
en Ahorro de dinero.
Por lo tanto, es la característica utilitaria, que a su
vez el dinero, directa o indirectamente simboliza muy bien, lo que
constituye la diferencia entre las relaciones económicas y todas las otras
de distinta índole.
Hemos llegado así a la definición de economía.
La economía es la ciencia, que en una colectividad
humana, estudia su nivel de vida para mejorarlo por medio de las recíprocas
relaciones utilitarias de los individuos.
No obstante, si algún economista rehusara nuestra
definición y estuviera convencido de que nosotros estamos equivocados, no
tiene por qué preocuparse.
¡Que siga con su convicción!
Nosotros no pedimos nada a nadie.
Hablamos de una nueva ciencia que, como demostraremos,
explica en forma tan sencilla como terminante, todos los llamados fenómenos
económicos que nos rodean, y al mismo tiempo ofrece la constitución de una
Entidad Mundial, que soluciona, en la forma más equitativa, todos los
problemas económicos actuales, y llamamos a esta ciencia: Economía Racional.
Hoy muchos economistas, en verdad, repudian la economía
clásica, pero no ofrecen, en cambio nada mejor.
La reacción contra la economía clásica coincide con la
divulgación de la economía racional –Hallesismo- cuyas primeras
publicaciones llevan la fecha de 1896.
El economista que asimiló mayormente el dinamismo, ¡y
nada más! de la economía racional, fue John Maynard Keynes, que, sin
embargo, no puede considerarse representante de la economía racional, porque
tuvo siempre la convicción de que la Empresa aprovecha solamente la parte de
los ingresos no consumidos, ahorro; es decir, según este concepto, que las
empresas son efecto exclusivo de la abstinencia y por lo tanto aumentarán
paulatinamente cada año, en medida casi uniforme.
La economía racional, en cambio, afirma y demuestra que
la Empresa pasa por alto el valor estático del ahorro, porque valoriza,
sobre todo, el caudal inmenso, inagotable, de la técnica, de manera que la
riqueza mundial puede aumentar cada año en medida desmesurada, si el
mecanismo económico lo permite.
Keynes nunca reconoció públicamente la influencia del
hallesismo en sus convicciones, ni siquiera cuando en 1934 confesó, sin
explicación de su origen, su mutación de rumbo, escribiendo: "Yo mismo
defendí durante muchos años con convicción las teorías que ahora ataco".
Ni vale, para justificarlo, su declaración de ocuparse
sólo de la teoría, y secundariamente de sus aplicaciones prácticas en
consideración del aspecto práctico del hallesismo, porque la popularidad de
Keynes descansa, sobre todo, en sus propuestas prácticas a los gobiernos.
Keynes, que recibió siempre de A.M.Trucco, creador de la
Fundación Hallesint, todas las publicaciones, nunca habló del Hallesismo ni
de Trucco en sus libros, mientras que, por ejemplo, en su Teoría General, se
detiene en muchas páginas sobre el economista alemán Silvio Gesell,
quejándose de haberlo juzgado antes como un chiflado y declarando que la
idea base del dinero que sostiene Gesell es buena.
El siempre aparentó ignorar la economía racional, hasta
cuando en su plan de los expertos británicos de 1943, propuso a Bretton
Word, estropeándola, la moneda de cuenta, que, notoriamente, es el cimiento
de la Fundación Hallesint, y cuando, en el mismo Plan declaró: "La Unión
Universal de Compensación constituirá el eje del Gobierno Económico
Mundial", afirmación totalmente hallesista también.
Siguiendo al hallesismo, él se opuso al laisser faire;
además ensalzó la liquidez, que es la maravillosa característica de los
Bonos Hallesint, y sobre todo, reconoció que hay un momento en que la tasa
de interés impide utilizar todo el ahorro disponible. Hay que reducir la
tasa de interés… Pero aquí Keynes no entendió el milagro de la Fundación,
que aprovecha el invariado monetario, y propuso…, ya una política de
descenso de la tasa de interés, ya la intervención del Estado para compensar
la falta de inversiones, es decir, volvió otra vez a la economía política.
El no entendió, ante todo, que en los fenómenos internacionales tenemos
que actuar en forma internacional, y que no se conoce todavía el medio de
bajar la tasa de interés, por lo que los Estados hacen lo que pueden ¡sin
esperar consejos tan raros!
Convencido de haber derrotado el interés, Keynes se
detiene a gozar por la eutanasia del rentista y del fin del poder opresivo
del capital, alcances ambos que, indiscutiblemente son éxitos exclusivos y
sin competencia de la Fundación Hallesint, y que la Economía Racional
justifica científicamente.
Entonces ¿es inútil todo lo que hasta la fecha ha hecho
la llamada ciencia económica?
¡No, por cierto!
Ante todo, lo que se refiere a la Sociología tiene por su
parte, su importancia, aunque le falte contenido económico.
Pero también en el campo económico, la llamada ciencia
económica tiene una importancia que sería locura menospreciar.
En efecto: hay una preparación de enorme valor, que está
constituida por un enlace de fenómenos y una creación de palabras y de
conceptos; y hay también una cosecha de hechos, y sobre todo de datos
estadísticos, de valor inconmensurable.
Hay ya una mentalidad, una orientación, una clase de
estudiosos y una expectación en el mundo, que constituyen en su conjunto un
caudal precioso. Por eso sería loca vanidad atribuir a la economía racional,
no digamos por completo, sino en gran parte, el mérito de la solución que
ella ofrece, como sería grave error olvidar al empirismo, que clasificando
las enfermedades, ha dado el cimiento a la medicina moderna, o a la
alquimia, que a su vez lo ha dado a la moderna deslumbrante química.
Preguntémonos: ¿Cómo se puede pensar que hombres
autorizados de todas las naciones, en estos últimos dos siglos hayan creído
hablar de una "Ciencia Económica", ya que esa ciencia no existía?
La contestación es muy simple y terminante.
El objeto de los estudios de los llamados "economistas",
en realidad, es una mezcla de Sociología y de Política Económica, y nada
más.
La Sociología no es "Economía"; ella en el campo
económico, se preocupa solamente de las consecuencias de los fenómenos
económicos, y busca intervenir oportunamente. Es como una madre que se
preocupa de las enfermedades de los hijos, aplicándoles los remedios
empíricos; pero su actividad no constituye una ciencia, ni hace progresar en
nada a la medicina.
La política económica, a su vez, es una rama de la
política y se refiere a las medidas que los gobiernos toman en el campo
económico, para tratar de resolver injusticias sociales y evitar molestias
en el desarrollo material de las naciones.
La política económica no es "Economía"; como la política
agraria no es agricultura; y el ministerio de Salud Pública, aunque
estuviera compuesto de médicos, en su totalidad, no desarrollaría por sí
mismo la ciencia médica.
Por otro lado, no es posible menospreciar la ímproba
tarea de los llamados "economistas"; por el contrario, merece toda nuestra
mayor consideración.
Esta tarea nos recuerda los esfuerzos geniales de los
astrónomos y matemáticos antes de Copérnico, cuando todos, según Ptolomeo,
conceptuaban a la tierra como algo inmóvil, alrededor de la cual giraban con
direcciones y velocidades diferentes y variables, los planetas y las
estrellas fijas en un gran número de esferas diáfanas, concéntricas a la
tierra.
Pero esta explicación, en la realidad no satisfacía a
nadie, y cuando llegó Copérnico, ya la hipótesis de Ptolomeo había
fracasado, ¡exactamente como hoy ha fracasado ya la llamada ciencia
económica!
La verdadera Ciencia Económica nace con el descubrimiento
de la Unidad del Valor, como la Química nación con el descubrimiento del
Átomo.
El desarrollo de nuestro estudio, desde ahora puede
resumirse brevemente.
Puesto que la economía racional se proclama ciencia,
tiene que desenvolverse como todas las ciencias.
Por lo tanto, examinaremos el procedimiento fundamental
de todas las ciencias, hallando, por otro lado, que este procedimiento, a su
vez, es de naturaleza económica.
Después de estudiar este procedimiento, que es el de
Unificación lo aplicaremos a la actividad económica fundamental de la
humanidad, que es el Cambio, el cual será considerado por nosotros desde un
punto de vista muy singular.
La Unificación del cambio en el espacio y en el tiempo
nos llevará al mercado mundial y al descubrimiento de relaciones hasta la
fecha no sospechadas, que a la vez que iluminarán en forma deslumbrante todo
el campo de la Economía, demostrarán la firmeza de la base de la Fundación
Universal Hallesint, institución maravillosa, que, sin embargo, fue
concebida antes de este razonamiento teórico, que a su vez, hoy la confirma
por completo.
La Fundación Universal Hallesint representa la solución total de cada
problema económico, y marca los límites de la economía, frente a la política
y a la moral, a las cuales deja el derecho supremo de obrar, dirigiendo y
modificando también los resultados de la Economía, en nombre de intereses
que superan las relaciones objetivas utilitarias de los individuos y que la
Economía no puede, en absoluto, considerar.