Interrumpido el contacto con el público, rechazados por
el gobierno, despedidos por el soberano, los hallesistas esperaron el
vencimiento del desafío, y cuando aun esta atrevida tentativa falló en
táctica su puntería, se aprestaron para la conversión individual, esperando
tiempos mejores.
Los banqueros revelaron pronto su deficiencia o falta de
preparación económica y su indiferencia hacia los intereses de la
colectividad.
Los profesores de economía política –que el fascismo
había convertido en economía corporativa- amedrentados por el peligro de
excomunión fascista, se dieron maña para evitar pronunciarse.
Solamente la Real Academia de Italia, el más autorizado
instituto cultural de entonces en Italia, después de larga instrucción,
declaró:
"La Real Academia ha tomado conocimiento del Estatuto de la Fundación
Hallesint y ha juzgado que el estado general de la economía no consiente, en
principio, planes de tal clase; y, por lo tanto, ha resuelto no dar ningún
parecer sobre el plan Hallesint".