Para vencer la conspiración del silencio, que ya empezaba
a confabularse, fue convocada otra asamblea en el teatro más grande de Roma,
-Teatro Real de la Opera-.
La mañana del día fijado, mientras una imponente
afluencia de gente se disponía a ocupar el teatro, una ordenanza de
Mussolini prohibía la asamblea, mientras los policías dispersaban a todos
los concurrentes.
Era el mes de marzo de 1924.
Poco después el fascismo se declaraba gobierno absoluto y
el hallesismo era acusado de no ser favorable al fascismo.
La acusación, no sólo era infundada, sino estúpida.
Una escuela económica que se proclamaba universal, que
declaraba no tener ningún contenido político, que afirmaba ofrecer un
contrato unificado aceptable por cualquier nación, ya por Norte América, ya
por Rusia, que tenía adherentes en todos los partidos políticos y en todas
las religiones, que no hacía afirmaciones, sino que pedía polémicas para
desvanecer cualquier duda, que desafiaba a los adversarios, depositando en
garantía una suma cuantiosa a favor de los opositores que lograran
desenmascararla si había engaño; una escuela económica, tan serena e
imparcial, que nunca hablaba de lucha y de violencia, sino de contratos, ¡no
merecía, por cierto, la oposición del gobierno fascista!
Y entonces ¿por qué el fascismo fue siempre adversario
del hallesismo, mientras en el exterior todos intentaban plagiar su plan, y
el gobierno italiano mismo había emitido los bonos postales, a interés
compuesto, que eran la copia "nacional" estropeada del bono Hallesint
"internacional"?
La explicación es muy sencilla: el hallesismo unifica la
economía mundial y procura por igual, el provecho de todas las naciones,
mientras el fascismo desarrollaba una política autárquica, que quería buscar
el provecho nacional, sin preocuparse del provecho internacional.
Además el fascismo había concebido una reforma radical en
la economía. Mussolini confundiendo la economía con la sociología, había
declarado que, hasta entonces, la economía estaba equivocada, porque
estudiaba al hombre económico, y que la verdad, en cambio, se encontraba en
la economía corporativa, que él había descubierto.
Casi todos los profesores de las universidades italianas
renegaron de la economía política, aceptando enseñar la economía corporativa
¡a pesar de que nadie, nunca supo definirla!
Todo eso demuestra por qué, bajo el fascismo, no hubo
nunca lugar, en Italia, no sólo para el hallesismo, sino tampoco para los
hallesistas.
¡Sin embargo, el gobierno fascista, con dramática incoherencia, nos
rehusó siempre el pasaporte para el extranjero!