Si la moneda es una mercadería, claro está que tenemos
que examinarla como todas las mercaderías. Trucco emprendió este examen, y
muy pronto vio que la moneda estaba muy mal y gravemente enferma.
Entonces –hace cincuenta años- la moneda tenía un
semblante muy florido.
Las diferentes monedas del mundo mantenía una relativa
estabilidad entre sí, y eso no permitía manifestarla enfermedad que las
roía.
En verdad todas las monedas eran –simultáneamente-
víctimas de un colectivo deterioro.
Si examinamos los precios –en moneda- de todas las
naciones en el siglo XIX vemos la constante devaluación –pérdida de su poder
de compra- de las monedas de todo el mundo: la paridad áurea llegó hasta
1914 en casi todas las naciones, y eso daba la ilusión de que las monedas
estaban sobre una base sólida.
Pero nadie veía que estas monedas diariamente se devaluaban, por su
encadenamiento con el oro, que, a su vez, se desvalorizaba día a día, por
motivo de su creciente e incesante producción mundial.