A.M.Trucco, animado por el más puro entusiasmo, con la
ilusión de poder acertar en breve tiempo, se dedicó completamente a la
realización de su idea, pero muy pronto se dio cuenta de la inutilidad de su
trabajo, por la presencia de un maléfico fantasma, que neutralizaba todos
sus esfuerzos.
Mucho tiempo necesitó Trucco para individualizar aquel
fantasma; pero al fin la luz se hizo en su mente y él intuyó la verdad,
poniendo los cimientos de su grande y benéfica idea.
El, en efecto, había elaborado un mecanismo más que
perfecto, para organizar los cambios internacionales; más que perfecto desde
cada punto de vista: burocrático, jurídico, contractual, asegurativo,
etcétera, y había tomado en examen todas las mercancías que pueden ser
objeto de cambio, elaborando contratos típicos con cláusulas unificadas, que
anularían cualquier controversia; pero había creído, como todos, que cada
operación de compra o de venta, comprendería solamente un solo objeto de
cambio.
El no se daba cuenta de que en cada operación hay un cambio entre una
mercadería real y una mercadería fantasma: la moneda. Pero la moneda es
también una mercadería que tiene valor muy diferente y que, sobre todo, como
toda mercadería, puede deteriorarse.