La concepción de una entidad universal, con la única
finalidad del bien común y el programa de reducir el gasto de la operación
de compra-venta mediante las ventajas de la asociación y colaboración de
todos, era tan seductora, que A.M.Trucco quedó deslumbrado, y se dedicó a
ella con devoción mística.
Muy pronto las ventajas técnicas de la idea se
manifestaron en toda su imponente grandiosidad. En su funcionamiento
interno, la entidad se manifestaba con luminosa evidencia, más económica que
otras tantas empresas comerciales que realizaran por su propia cuenta el
mismo trabajo.
Para los vendedores las ventajas serían enormes: la
certidumbre de cobrar el importe del negocio, la seriedad e imparcialidad de
la entidad, el mínimo costo de la operación de cambio, sea por la
eliminación de tantos intermediarios, sea por la repartición de los gastos
sobre un gran número de operaciones.
Para los compradores las ventajas no sería menores: la
posibilidad de comprar en remate, a plena luz, en una atmósfera de lealtad,
y sobre todo el hecho de la formación de un verdadero mercado, en el cual
las ofertas fueran presentadas anulando distancias y con toda igualdad.
Y todos, en fin, vendedores y compradores gozando las
ventajas de la unificación de todos los servicios, lo que como se sabe, es
sinónimo de reducción de gastos. En efecto, transportes, trasbordos,
movimientos, pasajes, almacenajes, etcétera, son servicios que unificados
cuestan mucho menos.
Sin embargo, todo eso era nada frente a la ventaja
fundamental de vincular y ligar todos los Halles del mundo entre sí, con
organización unificada, de manera que confrontados sus precios diarios, se
pudieran ver, de golpe, los mejores mercados del mundo en sus operaciones de
compra y venta dirigiendo hacia ellos los pedidos en forma racional, así
como los envíos.
Otras ventajas menores –seguros, servicios mixtos y
combinados, forfait, etcétera- integraban la visión de A.M.Trucco
impulsándola a su realización.
¡Pero esta realización nunca llegó!
Fuera de la unificación estatal, coactiva del comunismo, que confía al
Estado el comercio extranjero, ningún ente con aquellas finalidades ha sido
ofrecido a los pueblos, los cuales, en cambio, se han dividido aún más entre
sí, separándose, aislándose, anarquizándose, exasperándose y en fin
desesperados por su incapacidad de colaborar, se han echado de cabeza en el
infierno de dos guerras mundiales.